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OPINIÓN - JUEVES, 13 DE MARZO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

El delegado del Gobierno tiene arrestos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De haberle preguntado yo a Francisco Antonio González, cuando se rumoreaba insistentemente que iba a ser nombrado delegado del Gobierno, que me diera una definición de la felicidad, podría haber dicho que la felicidad es la realización, en los años maduros de la vida, de los ideales soñados en la juventud.

Y, claro, una vez puesto el toro en suerte, la siguiente pregunta estaba chupada: ¿ha venido soñando con ser delegado del Gobierno de Ceuta desde que se afilió a la ya extinta Alianza Popular? Y tengo la certeza de que el sí habría sido la respuesta. Un sí rotundo de alguien que, tras haber sido concejal y diputado, con muchos años de experiencia en la capital del reino, estaba deseando ocupar el despacho principal del edificio gubernamental, que se yergue en la plaza de los Reyes.

Ya sé que en el invierno de 2011, diciembre por más señas, Pacoantonio no estaba pasando por los mejores momentos de su vida; pues andaba recuperándose de una maltratada salud que requería más que sobresaltos tranquilidad en todos los sentidos. Pero él, pese a los consejos de que no aceptara un reto envenenado para su precaria condición física, dijo que nones y dio un paso adelante.

En aquellos días, alguien me preguntó si no había en Pacoantonio cierta irracionalidad al querer ser delegado del Gobierno de Ceuta. Cargo que, si bien está atiborrado de complejidad en cualquier parte de la Península, en esta ciudad adquiere enormes preocupaciones diarias por ser la frontera del Sur de Europa.

Debo aclarar, cuanto antes, que la falta de racionalidad que mi interlocutor le achacaba a Pacoantonio, en aquel momento, por querer ser delegado del Gobierno, se debía a que éste estaba sometido a tratamiento médico intensivo. Cuyas secuelas, amén del estado de ánimo, podrían aturdirlo.

Pacoantonio no se dejó amilanar por nada ni por nadie. Él estaba decidido a cumplir un sueño de juventud. Y dio el paso al frente sabiendo, cómo no, lo que apostaba en semejante empeño. Como asimismo se sabía de memoria los nombres de sus enemigos. Que no adversarios políticos, en este caso.

Llegó al cargo entusiasmado. Deseoso de hacer cosas. Y por qué no decirlo…: quizá sumamente comprometido con la causa y, por tanto, dando demasiadas explicaciones en momentos donde nadie se las pedía. Explicaciones que le salían tan impetuosas como frecuentes han sido durante su trayectoria política.

E incluso pasó por fases en su dolencia que le obligaron a padecer de lo lindo. Ya que estuvo sometido a duros tratamientos y a sus secuelas. Mas nadie logró convencerlo de que debía ausentarse de sus obligaciones a tiempo completo. Así que se mantuvo al pie del cañón, como se suele decir vulgarmente, aun cuando sus fuerzas flaqueaban y el respeto a lo que le estaba pasando podía haberle arredrado. Poco a poco se fue sosegando.

El 24 de septiembre pasado, Día de la Merced, hallé al delegado del Gobierno en el Centro Penitenciario de los Rosales y tuvo a bien pararse a charlar conmigo unos minutos. Los justos para quejarse de cómo los había que habían deseado su muerte. Frase dura. Pero que yo, sabiendo lo que sabía, capté al instante por dónde iban los tiros. Cuando parecía más que repuesto de sus dolencias le llegó el golpe de los inmigrantes. Pero estoy seguro de que saldrá adelante. Es más, estoy convencido de que es un buen delegado del Gobierno y será aún mejor a medida que avance su mandato.
 

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