Las opiniones sobre la Guardia
Civil a resultas del ahogamiento hace un mes de 15
subsaharianos en aguas marroquíes de la frontera, ha
supuesto un punto de inflexión en cuanto a los métodos
utilizados para repeler la presión migratoria. Se puso
especial énfasis en algunos sectores sobre la utilización de
pelotas de goma y el portavoz de la Unión de la Guardia
Civil argumenta que estos elementos disuasorios se utilizan
con normalidad para disolver manifestaciones y se prohibe
para defender nuestras fronteras. Debe ser que la
consideración de los Derechos Humanos es más sensible para
un inmigrante que para un ciudadano español, aunque éste
haya sido desalojado de su vivienda por un desahucio o sea
un reivindicativo manifestante.
En ese perverso juego de conceptos y opiniones, de preceptos
legales y de consideraciones ético-morales, resulta que la
Guardia Civil se ha visto cuestionada y ahora sabemos
también cómo piensan ellos, desde dentro, cuando nos
trasladan que esperaban una batalla campal durante el
intento de asalto a la valla fronteriza el pasado martes,
además de la inquietud que les provoca desconocer las
intenciones y el grado de agresividad de los subsaharianos
que, de no ser por la perfecta coordinación con la
gendarmería marroquí, hubiera supuesto un conflicto de
imprevisibles consecuencias. Quiere decirse que una
avalancha humana de 1.200 personas es un contingente lo
suficientemente peligro como para precisar recursos
adecuados. Los guardias civiles hablan de “preocupación” en
el momento de confirmarse el número de asaltantes y del
temor a que muchos de ellos, de los agentes, cayeran heridos
en este enfrentamiento. El ministro ha venido a
respaldarlos. Y cabe preguntarse: ¿son ángeles o demonios?
Lo cierto es que sienten y padecen.
|