Jamás tuve la ocasión de charlar
con él. Nunca creo que haya habido entre nosotros saludo
alguno. Recuerdo, eso sí, que a veces nos cruzábamos en el
puente de la Constitución paseando a nuestros respectivos
perros. Pero ya hace años de ello.
Sin embargo sabía que era profesor, licenciado en Derecho y
en Geografía e Historia y… seguro que se me olvida algún que
otro título más. Y, desde luego, jamás permitiría que nadie
osara decirme, parafraseando a José Ortega y Gasset,
en su enfrentamiento con Salvador de Madariaga, que
José Luis Sastre es tonto con varios títulos.
Cuando el señor Sastre, José Luis él, fue designado por su
partido candidato a senador, sustituyendo al hasta entonces
Nicolás Fernández Cucurull, se dijo que su
nombramiento había sido un capricho de nuestro alcalde.
Dueño absoluto, tras el matarile político que le habían dado
a Gordillo, tiempo atrás, del gobierno y del partido.
Pero yo no comulgué con esa versión de cómo el susodicho
aparecía en la lista con todos los pronunciamientos
favorables para salir elegido senador y pegarse la gran vida
en los madriles.
Sí; no dudé en llevarle la contraria a cuantos decían a voz
en cuello que el tal Sastre no reunía méritos suficientes
para ser candidato a acta y escaño senatorios. Por estar
recién llegado al partido y porque nunca había negado ser
más socialista que Juan José León: amigo íntimo de
él. Hasta el punto de que en cuanto fue nombrado director
Provincial de Educación y Ciencia, lo primero que hizo León
Molina fue designar a Sastre como secretario general.
Como secretario general de Educación y Ciencia, y aquí está
el quid de la cuestión, empezó Sastre en 1984 y estuvo
desempeñando el cargo hasta anteayer, como quien dice. Es
decir, que algo tiene que tener nuestro hombre, amén de
títulos universitarios, como para ser capaz de servir a la
izquierda y a la derecha, durante tantísimos años, sin
descomponerse lo más mínimo.
Pasar impoluto por semejante prueba, créanme, sólo está al
alcance de personas con el tarro muy buen amueblado. Lo hizo
Azorín, a su manera, durante su etapa política. Y
pocos más son los que han conseguido conservar, como lo ha
hecho Sastre, su fisonomía izquierdista cuando aparecía como
derechista y viceversa. Tal comportamiento me sedujo
siempre. Y sigo pensando que su actitud pudiera deberse a su
disciplina por ser hijo de oficial de la Guardia Civil.
Precisamente, nuestro senador, que nunca se ha distinguido
por hablar ni escribir mucho, aprovechando su cargo, se ha
referido a los hechos ocurridos el ya fatídico y pasado 6 de
febrero, por medio de un comunicado, el martes, día 3. Y
lleva razón cuando se queja amargamente de la publicidad
negativa que estos hechos significan para Ceuta y para todos
los ceutíes. Aunque en esta ocasión ha quedado claro la
solidaridad y hospitalidad de los hombres y mujeres de
Ceuta. Muy bien lo refrendado por nuestro senador.
Pero (ay, ya apareció el pero adversativo, dirá el senador
si me lee; lo cual, siendo él licenciado en varias materias,
sería un honor para mí). Y aparece el pero porque Sastre,
que tilda a la izquierda en general de hipócrita y
demagógica en todo cuanto larga de la inmigración, no ha
dicho ni mu de Aróstegui. Como heraldo que ha sido de
todo lo detestable que se ha aireado del drama de los
inmigrantes. ¿Miedo a Vivas? ¿Miedo a no ir en las próximas
listas? ¿Miedo a qué…, senador? Me gustaría conocerlo.
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