La visita del ministro del
Interior, Jorge Fernández Díaz a nuestra ciudad, su respaldo
explícito a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, su
recorrido por el perímetro fronterizo y, en definitiva, su
contacto “in situ” con una zona caliente de la inmigración
ilegal, supone un gesto político e institucional de primer
orden, máxime tras las críticas sufridas por la Benemérita y
los múltiples posicionamientos tras los 15 inmigrantes que
se ahogaron el pasado 6 de febrero que llevó el nombre de
Ceuta a las más altas instancias y foros mundiales. Ahora,
tras reconocer Fernández Díaz su conversación con el
expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, y la
confesión de éste, de plantear una política de Estado para
aunar esfuerzos en inmigración ilegal, además de su reciente
encuentro en Bruselas con la comisaria europea de Interior,
resulta que se establecen puentes de entendimiento para la
cuestión migratoria.
Ceuta no puede quedarse aislada, sin respaldo del Estado
español ni de la Unión Europea, como también es loable que
se agradezca, desde aquí como ayer lo hizo el ministro, a
las autoridades fronterizas de Bab Sebta el control que
realizan sobre la presión migratoria. Su comportamiento,
unido a las mayores dotaciones de medios humanos y
materiales, son hechos que ponen de manifiesto un
comportamiento eficaz y responsable, ante un problema que
puede convertirse -en el caso de que no se adopten medidas
correctoras-, en acuciante no solo para Ceuta, sino para
España y Europa. De ahí que se requieran, a la mayor
brevedad, no solo la voluntad política ya manifestada de los
dos grandes partidos sino de la UE, que ha de ver de cerca y
sobre el terreno, como ayer hizo el ministro, la situación
fronteriza de Ceuta para opinar con conocimiento de causa.
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