MARÍA JESÚS FUENTES, licenciada en Filología Hispánica,
es autora de los poemarios Con la vida a cuestas, El dedo
índice, La maldita comedia, la vitola Poemas para leer de
pie, Aguamarina y Palabras rotas; de las novelas La verdad
si es que existe y Secundarios, el relato El maleficio de
los Bogavante y en investigación El género femenino en los
textos de bachillerato. Acaba de publicar un último poemario
HEBRAS DE UNA HOGUERA centrado en la violencia de género, en
donde en forma de diario analiza la evolución de una mujer
ante este drama y que La Consejería de Educación, Cultura y
Mujer, mediante la Biblioteca Pública, presentará hoy
jueves, 6 de marzo, a las 19.00 horas en la Sala de Usos
Múltiples de ese equipamiento.
Pregunta.- “Hebras de una hoguera” es su último poemario
publicado. Háblenos de este título tan original. ¿Cómo ha
logrado vincular unos versos de Virginia Woolf con este
nuevo poemario? ¿Y cuál es la esencia, la clave de este
nuevo libro?
Respuesta.- En Las olas escribe Virginia que “las hebras de
una hoguera se fundieron en un resplandor”. Este despertar
del día expresa con acierto simbólico la evolución de la
protagonista. Desglosando el título, las hebras son los
distintos pasajes que van componiendo la obra y que se
corresponden con los distintos días en que ella recurre a su
diario. La hoguera representa los once meses que transcurren
desde la sorpresa por los primeros signos de violencia de su
pareja, hasta la determinación y la búsqueda de soluciones.
La clave es la Violencia de Género tratada sin crudeza, pero
con realismo, desde el punto de la vista de una mujer que
empieza a padecerla y que no encuentra comprensión ni apoyo
entre sus familiares y amigas por la apariencia y el
atractivo de quien la maltrata.
P.- ¿”Hebras de una hoguera” interioriza el tema del
maltrato de género gracias al diario de la protagonista.
¿Podría decirse que es gracias a esa reflexión, que la
escritura supone, que la mujer logra exteriorizar sus
sentimientos y hacerse fuerte frente al agresor?
R.- Sin duda; el desahogo es primordial y terapéutico; y el
análisis que va haciendo de los hechos, esa reflexión,
consiguen que marque distancia y, a pesar de atravesar las
típicas fases, incluida la de la culpa, que se sobreponga,
que luche y que no se detenga ante la adversidad.
P.-¿Qué la ha llevado a tratar con poesía un tema tan
difícil, tan alejado de lo formal y tan centrado en el
contenido? ¿Podría definirse claramente como “poesía social”
o es más bien “prosa social”?
R.- La idea, el desarrollo, la protagonista... hasta el
desenlace, todo fluyó solo, casi sin esfuerzo. El asunto me
interesa muchísimo, soy una persona comprometida, declarada
luchadora por los derechos de la mujer. Pero no forcé el
momento. Durante unos meses, me dejé invadir por los
sentimientos de alguien ficticio que anidó en mí, en cuyo
lugar me puse y... el diario se fue escribiendo. Su propia
personalidad dio lugar a un final esperanzador. La forma
estaba a expensas del contenido. Sí, me gusta el concepto de
“poesía social” y soy amiga de reivindicarlo para el siglo
XXI para designar la expresión solidaria. En tiempos
difíciles y ante problemas difíciles hay que tomar partido y
pronunciarse. Cada cual tiene sus armas; en el caso del
escritor, el arma es la palabra y debe utilizarla. El
término de prosa social también me resulta atractivo, al fin
y al cabo, para darle cercanía, espontaneidad y realismo,
medio libro está en prosa.
P.-¿Pessoa decía que “la vida no basta, por eso existe la
literatura”. ¿Cuáles son los motivos que la llevan a
escribir?
R.- Sin ánimo de contradecir a Pessoa, a quien admiro, diré
que la vida no sólo basta sino que, a veces, sobra: sobran
las desgracias, las visiones de lo terrible, los desastres
naturales y los artificiales; sobran el niño desnutrido y la
explotación; sobran los maltratadores. En ese punto del
“sobra” empieza la inspiración y... sobre todo, un impulso
superior a la propia voluntad que me invade, me llena de
voces y de sentimientos y me hace construir estampas, nunca
exentas de experiencias personales, que acaban saliendo al
exterior. La intención comunicativa no camina siempre
paralela; en este libro, sí.
P.-¿Es cierta esa fama de envidias y zancadillas entre
los poetas, en los cenáculos literarios en donde se apoya al
que da el premio para a su vez dárselo algún día?
R.- Me ha costado llegar a entender y a percibir eso que
llaman envidia; las zancadillas las veo antes porque son más
evidentes. Desde Montesquieu a Larra, pasando por Galdós, la
crítica irónica hacia los “intereses creados” ha quedado
establecida con sus crónicas y sus propios ejemplos. A Fray
Luis lo encarcelaron y Cervantes vivía en la miseria. Creo
que no hay nada nuevo bajo el sol que hay seres mediocres
que viven o triunfan a costa de maledicencias, rencillas y
compraventa. Si andan por cenáculos y premios, no me
sorprende, porque entre sus habilidades está la de saberse
situar sin notable cualificación. Afortunadamente para mí,
no he sido testigo de nada de eso, cuando las sensaciones me
llegan llenas de sombras me doy la vuelta y, como hay tantos
lugares llenos de de camaradería, gentileza, desinterés y
calidad, me dirijo a ellos y me dejo conmover por la
verdadera esencia de la poesía. La vana gloria (vanagloria)
concede medallas instantáneas que arden en otra hoguera, la
que sólo da humo. El verdadero poeta no está ahí.
P.-Háblenos sobre ese gran proyecto que lleva a cabo
desde hace años con la revista “Mester de vandalía”.
R.- El nombre de la revista parafrasea el de Mester de
Clerecía del siglo XIII e intenta, en esa dialéctica de la
historia, continuar con la corriente anterior, Mester de
Juglaría, en donde los poetas iban por las calles, recitaban
ante el pueblo y conquistaban su atención. El “Oficio de
Vándalos” empezó, un poco, como una broma, como algo
divertido, durante unas Jornadas de Poesía Última en la
Fundación Alberti, donde participaba, aunque la propuesta
era (y sigue siendo) seria: retomar las andanzas, recuperar
el sentido popular y, sobre todo, mostrarle a la gente del
siglo XXI que además de las ofertas de algunos medios de
comunicación en donde predomina la violencia, la discusión,
la mezquindad y la incultura, haya una corriente amplia que
defiende la amistad y que postula el entretenimiento de una
manera diferente. Cuidamos mucho la forma, todo es
artesanal, para trasmitir verdad. Por nuestras páginas pasan
los consagrados, los nuevos, los desconocidos y los
requeridos. Son siempre vándalos, rebeldes, educados,
tolerantes, exigentes, concienciados con una causa y que
predican con el ejemplo. La máxima es la de celebrar los
éxitos ajenos como si fueran propios porque la guerra, el
conjunto, se gana a base de batallas. La pretensión, sin
ínfulas, sólo la de cambiar el mundo.
P.-Usted es profesora de secundaria desde hace muchos
años, ¿Qué grandes cambios ha notado entre su adolescencia y
la que contempla ahora en las aulas? ¿Nota desinterés por
las asignaturas clásicas como son filosofía, latín,
literatura…?
R.- La enseñanza ha cambiado diametralmente en veinticinco
años porque la sociedad ha cambiado. Las grandes
modificaciones que ha experimentado el sistema han
desembocado en un grave desajuste en el proceso educativo,
quizá porque la ley no ha sabido adaptarse a la evolución o
quizá porque la demanda de ocio y el engañoso avance de las
tecnologías han configurado un nuevo tipo de individuo,
mucho menos dispuesto al sacrificio o, mejor dicho, que
considera que lo que hace ya conlleva esfuerzo. Nada más
lejos de la realidad. El desinterés no existe sólo hacia la
filosofía, el latín o la literatura. No me da la impresión
de que otras disciplinas resulten más atractivas ni tengan
más demanda. En general, el estudiante siempre ha querido
que le pusieran por delante asignaturas fáciles y poder
aprobar con soltura. Pero en la actualidad es difícil
conectar con el conocimiento. La progresiva supresión de
datos, que apoyo, no ha conllevado un espíritu crítico que
permita analizarlos cuando aparezcan en una pantalla. Algo
ha hecho aguas por el camino y la verdad es que me preocupa
porque el futuro está en manos de los jóvenes que un día
serán adultos; sólo con ciudadanos formados, no
manipulables, podrá seguir avanzando, democráticamente, un
país al que le ha costado mucho llegar donde está. Y,
lamentablemente, a nadie parece importarle.
|