Se ha dicho siempre que la
política es el arte de buscar problemas, encontrarlos en
todas partes, diagnosticarlos de manera equivocada y
aplicarles remedios inadecuados. A ver quién se atreve a
negarle a nuestro alcalde la condición de artista.
La popularidad es el laurel con que los ciudadanos han
venido coronando el arte de mala calidad de nuestro alcalde.
Todo lo popular es malo. Y qué decir si el artista, además,
actúa convencido de que nació predestinado para dirigir los
destinos de su pueblo.
Nuestro alcalde es un político que ha superado ya su fecha
de caducidad. Lo piensan muchos ciudadanos. Quienes creen
también que si sigue aferrándose al cargo su ya muy dañada
credibilidad podría alcanzar niveles ínfimos.
Nuestro alcalde está sumido en una crisis: se le considera
sumamente bajo en valor, calidad e importancia. Sus
actuaciones son temas de comentarios y murmuraciones. En la
calle, de la que yo me precio pasear, se habla de que es reo
de un pacto entre el empresario que un día fue concejal y
pavimentó el centro de la ciudad con unas losetas que han
mutilado a innumerables personas y Juan Luis Aróstegui:
dirigente de Caballas.
La crisis de nuestro alcalde se va convirtiendo en
desprestigio a pasos agigantados. Su descrédito va
aumentando sin cesar y hasta sus más allegados comienzan a
largar contra él. Incluso se permiten el lujo de contar que
es verdad que se lleva a partir un piñón con el empresario
de marras y el secretario general de CCOO. Y aun se
preguntan el porqué de esa alianza.
Semejante juntera está en entredicho. Y es la comidilla de
mucha gente que no acaba de entender cómo es posible que
nuestro alcalde mantenga tan buenas relaciones con el
dirigente de Caballas que puso a parir a los habitantes de
esta ciudad en el programa al rojo vivo.
Los ceutíes no entienden que Juan Vivas, disfrutando
de mayoría absoluta, esté mediatizado por dos personas. La
cuales coartan y limitan su libertad. De ahí que nuestro
alcalde antes de tomar cualquier decisión deba consultarla
con sus socios. Que son dos: Aróstegui y un empresario de la
localidad que un día fue concejal y adornó las calles del
centro de la ciudad con losetas que han conseguido que Ceuta
cuente con el mayor número de rencos de toda España. Es
decir, cojos de por vida.
De por vida se va a recordar siempre el gobierno de un Vivas
que parece no darse cuenta de que se le ha acabado el rollo;
es decir, la simulación de ser persona afable, cortés y
cercana. Humilde por excelencia y defensora de todo lo bueno
de su tierra. Esa tierra marinera, con mar de olas verdes,
azules y blancas, que nos predisponen a la contemplación.
Que él no se cansa de divulgar por los pueblos con los que
hermanarse significa mucho para él: dárselas de poeta y de
humanista. Terrible contradicción. Cuando luego permite que
el dirigente de Caballas y amigo íntimo de él, de nuestro
alcalde quiero decir, brame contra los ceutíes en un
programa televisado para toda la nación.
El rollo, permítanme la repetición, se le ha acabado ya a
nuestro alcalde en todos los aspectos. Y me atrevo a
propagarlo porque me consta que en la calle no cesan los
comentarios grotescos contra su persona. Y, naturalmente,
tampoco faltan las críticas acerbas de quienes siendo del
Partido Popular no acaban de entender por qué Vivas lleva ya
mucho tiempo con el oremus perdido. Es la pregunta del
millón. Y habrá que responderla cuanto antes.
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