Fui espectador televisivo de la
entrevista que le hizo Jordi Évole a Pedro J.
Ramírez, ex director de El Mundo, el domingo pasado. Y
la pregunta final, o la antepenúltima, que para el caso es
lo mismo, trató sobre el vídeo sexual que le grabaron al
célebre periodista. Vídeo presentado, en su momento, como si
fuera el mayor espectáculo del mundo.
Pedro J. Ramírez respondió así: “Siempre he considerado que
esto del sexo es una tontería… Porque es inútil pretender
hundirle la vida a alguien con algo de estas
características… Pero hay, además, una sentencia del
Tribunal Supremo al respecto. Y hay condenados”. Y hasta se
permitió el lujo de reírse de sí mismo contando la siguiente
anécdota: “Recuerdo lo que les dije entonces a todos los
componentes de la Redacción del periódico: os prometo que a
partir de ahora miraré siempre dentro del armario”.
Ante semejante respuesta, de quien en su día sufrió el
escándalo que le organizaron mediante un vídeo sexual
grabado y exhibido por doquier, me acordé de que hoy martes
Pedro Gordillo deberá comparecer en una vista oral.
Que se va a celebrar en la Sala Sexta de la Audiencia de
Cádiz en Ceuta.
Una vista oral reclamada por la acusación particular con el
fin de que juzguen a PG por un presunto delito de abuso
sexual cometido en 2009. Siendo la denunciante Sineb
Ahmed. Denuncia que fue desestimada por el Ministerio
Fiscal en su día. Al calificar el asunto como una relación
consentida entre personas adultas.
Pedro Gordillo, lo he dicho hasta la saciedad, cometió un
único error: el que suelen cometer muchos hombres, de toda
clase y condición; pensar con la bragueta antes que con la
cabeza. Y aturdido por semejante deriva natural no cayó en
la cuenta de que estaba siendo acechado por compañeros (!)
que ansiaban darle matarile político desde hacía ya mucho
tiempo.
En román paladino: la trampa que le tendieron a Gordillo fue
una cabronada. Acción propia de personas cobardes. De
individuos carentes de escrúpulos y capaces de todo con tal
de quitarse de en medio a alguien cuya forma de ser les
desagradaba en todos los sentidos. Amén de impedirles
maniobrar a su antojo.
Quien escribe, mucho antes de lo ocurrido, es decir, de la
grabación de la tan aireada felación –por cierto, mucho
arrojo le supongo yo a PG por exponer sus partes pudendas a
una posible venganza de alguien que no quería pasar por tal
trance, sin que mediara ningún tipo de amenaza física-, no
tuvo el menor inconveniente en comunicarle al entonces
todopoderoso vicepresidente que se anduviera con mucho
cuidado porque los había dispuestos a darle la puñalada
trapera. Que la traición la tenía en los talones. Pero
Gordillo vivía en su mundo y no quería admitir que sus días
en el Gobierno estaban contados. Por que así lo querían
ciertos felones.
Transcurridos cuatro años de aquella vileza, de aquella
traición cometida contra una persona a la que además se
encargaron de perseguir sañudamente y de vejarla hasta
límites insospechados, ésta se ve obligada a sentarse en un
banquillo para ver si es posible denigrarla aún más. Con el
único fin de sambenitarla, nuevamente. Con el único
propósito de ponerla en evidencia. De hacer público un
apetito carnal consentido, según el fiscal, yaciendo con
mujer. Como si el hecho fuera el peor de los pecados
capitales.
El peor de los pecados capitales es ser cobarde. Traidor.
Hipócrita. Ruin… Y arruinar la vida de otra persona para
seguir medrando sin control ni miramiento.
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