Qué puedo decir yo de ella que no
haya dicho ya. Pero dado que a mí me agrada sobremanera
redoblar el tambor, es decir, repetirme, no tengo el menor
inconveniente en mostrarme insistente al respecto. Y a fe
que lo hago con sumo gusto.
Hace muchos años que vengo tratando a la señora Deu. Muchos.
Y debo confesar que jamás se le ha ocurrido expresar ni
enfado latente ni hablado cuando se ha cruzado conmigo en
días donde tanto ella como sus compañeros de Gobierno habían
recibido críticas adversas por mi parte.
Debo airear, porque es de justicia, que ni siquiera se ha
permitido torcerme el gesto al hallarnos en cualquier sitio
ni mucho menos hacerse la distraída para negarme el saludo o
la palabra. Y hasta me consta que hubo un tiempo en que
siendo yo perseguido por una jauría de mastines, adiestrados
por perreros cobardes, ella tuvo arrestos suficientes para
no comulgar con semejante desenfreno.
Aun así, nunca me ha temblado el pulso a la hora de opinar
negativamente acerca de cualquier decisión tomada por la
consejera de Educación, Cultura y Mujer, que a mí me
pareciera no estar sujeta a razón. Y más aún: a veces he
sido yo el que he procurado darle un regate a su presencia
con el fin de que mi simpatía por ella no influyera a la
hora de enjuiciar su labor como política.
La última vez que me referí a Mabel Deu fue el domingo
pasado en la miscelánea semanal. Para propagar que la
consejera siempre tiene una palabra amable para quienes no
somos bien visto por el poder o pasamos por momentos
delicados en cualquier aspecto. Ella es así. Y ojalá que no
cambie esa forma de ser que tanto apreciamos quienes la
conocemos.
Por conocerla, y recibir por parte de la señora Deu la
atención debida, es por lo que Tarik Mizzian,
convertido en representante de los numerosos parados que
suelen apostarse frente al edificio municipal, decidió ayer,
junto con los que claman por un empleo, aplaudir a la
consejera de Educación, Cultura y Mujer, en la sala
destinada a las sesiones plenarias.
Atención extraordinaria, según he podido leer en este medio,
la tenida por TM hacia una mujer a la que no se le caen los
anillos por acercarse cada dos por tres al grupo de parados
para interesarse por sus problemas. Es lo que haría el buen
empresario, verbigracia, que imposibilitado de pagar lo
justo a sus empleados, tiene al menos el detalle de charlar
con ellos y agradecerles los sacrificios que hacen y el buen
hacer de su laborar.
Los aplausos de los parados a Mabel Deu parece ser que le
olieron a cuerno quemado a nuestro alcalde. Alcalde siempre
receloso de que sus consejeros destaquen en algún momento.
Los aplausos a la señora Deu, merecidos, muy merecidos, como
destacó TM, representante de los parados que se suelen
apostar frente el edificio municipal, causaron desazón en
Juan Vivas.
Un Vivas acostumbrado, hasta hace años, a pasear la calle
entre vítores y aplausos de una concurrencia que ansiaba
tocarlo como si el rozar sus ropas o estrecharle la mano
tuvieran poderes curativos. Y todavía los hay que siguen
convencidos de que el pueblo es sabio.
En suma: que me ha sentado la mar de bien que Mabel Deu,
consejera de Educación, Cultura y Mujer, haya recibido el
homenaje de los aplausos de los parados. Aunque, por
estimarla, pediré por ella… Pues un Vivas desconfiado es
peligroso.
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