Hace ya bastante tiempo que quien
escribe aseguró que Juan Luis Aróstegui, Juan
Vivas y un empresario, que ha pasado a la posteridad
como el hacedor de un pavimento que ha conseguido dejar a
media ciudad mutilada, formaban un trío demoníaco. Y
conseguí que se me echaran encima un conjunto de personas
alborotadas y agresivas. Jauría de perros que cazan
dirigidos por el mismo perrero.
El mismo perrero que, aprovechándose de lo acaecido el seis
de febrero en la frontera, de infausto recuerdo para Ceuta,
atentó contra el delegado del Gobierno: “El Gobierno actúa
de forma cobarde y tramposa con la inmigración”. Y lo hizo
en un programa de la Sexta televisión, llamado Al rojo vivo.
Aróstegui, remedo de Lawrence de Arabia, como suele
llamarle un amigo mío, muy culto él, se ha convertido en
enemigo de los suyos. A los que pone a parir todos los días
y fiestas de guardar. Y lo viene haciendo mediante la
complacencia de nuestro alcalde. Alcalde que se viene
tapando los ojos para no ver que su principal asesor lleva
ya mucho tiempo actuando como si fuera jefe de tribu y
poblado. Con el fin de empequeñecer el territorio donde
vive.
¿Cómo es posible se preguntaba hoy, martes, cuando escribo,
una persona muy destacada de la ciudad que Juan Vivas se
lleve a partir un piñón con un tipo que desprecia a los
ceutíes a cada paso? ¿Cómo es posible que JV presuma de
tener como asesor a un tipo que no se corta lo más mínimo a
la hora de arremeter contra el PP y, sin embargo, mantiene
bajo cuerda unas relaciones extraordinarias con él?
Y, claro está, a partir de ahí se suceden las opiniones y
las hay para todos los gustos. Pareceres que no se pueden
contar. De momento. Aunque dejan entrever que Aróstegui le
hace el trabajo sucio a nuestro alcalde. Y que éste, a
cambio, le permite que sea él quien marque la política
local. Quien decida a quién hay que tratar a cuerpo de rey y
a quién hay que darle por retambufa.
El dirigente de Caballas se ha convertido en la persona de
más confianza de nuestro alcalde. Es su mano derecha. Y, por
tanto, acude presto a pactar en nombre de Vivas con los
empresarios que tengan desencuentros con el Gobierno local.
Peligrosa tarea que daña, indudablemente, no sólo al
gobierno sino sobre todo a un alcalde cuya personalidad va
deteriorándose a pasos agigantados.
De nuestro alcalde se dice, cada vez con más insistencia,
que su sometimiento al empresario, que fue concejal en su
día, y a Juan Luis Aróstegui es porque algo teme. ¿Qué teme
nuestro alcalde para que ambos sujetos sean los que hagan y
deshagan a su antojo en la ciudad? ¿Acaso es verdad que los
dos individuos saben de nuestro alcalde cosas que estarían
dispuestos a largar sin contemplaciones en el preciso
momento que la primera autoridad dejara de darles su sitio?
Uno, que transita la calle, dos o tres días a la semana, y
que presta oído a todo cuanto se dice, se va enterando de
cuestiones revestidas de gravedad. Actuaciones detestables
de quien gobierna y que podrían ser denunciadas. Denuncias
que podrían llegar en momentos donde nuestro alcalde se verá
necesitado de ofrecer la mejor imagen a fin de obtener los
votos necesarios para continuar haciendo de su capa un sayo
en una ciudad cuyos habitantes andan propalando que da lo
mismo votar al PP que a Caballas. Pues Vivas y Aróstegui
forman un tándem perfecto. Un tándem con los mismos deseos:
acumular poder y riqueza.
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