Es cosa bien sabida, hasta por los
menos espabilados del lugar, que nuestro alcalde y el de
Melilla se lo montan de lujo cada vez que les sale a ellos
de sus dídimos. En cuanto se les apetece darse una vuelta
por la península se inventan una reunión y allá que viajan
para encontrarse bien en la Costa del Sol o en los madriles.
Málaga y Madrid son las capitales elegidas por ambos para
dejar bien sentado que España es la razón de su vivir. Del
vivir de ellos.
Nuestro alcalde, según tengo entendido, es de los que suelen
aprovechar más que bien su estancia en la capital del reino.
Vaya solo o formando pareja con Juan José Imbroda. Cuando va
sin pareja, es decir, sin el alcalde melillense, lo primero
que hace, parece ser, es pedir a quien corresponde que le
prepare una lista de espectáculos coincidentes con sus días
en el foro.
Espectáculos que pueden ser teatrales, estrenos de películas
atractivas, salas de esparcimientos nocturnos y, sobre todo,
lo primordial es que el Madrid juegue en el Bernabéu. Esa
es, sin duda alguna, la guinda de tan apetitoso pastel.
Poder departir con Florentino Pérez aunque sean unos
segundos y hasta degustar los canapés variados en la
antesala del palco.
Y, posiblemente, esa tarea corresponda a Antonio García
Gaona. Quien, solícito como siempre, le enumera en una
cuartilla todos los acontecimientos a los que puede acceder.
Lo que apenas le supone dificultad alguna a mí apreciado
Antonio: puesto que se sabe de memoria los gustos de nuestro
alcalde. Ya que él y Vivas llevan ya la tira de tiempo
laborando juntos y están más compenetrados que Sergio
Rodríguez y Marcus Slaughter. El primero le
asiste y el segundo mete el balón en la canasta de manera
prodigiosa.
Nuestro alcalde, cuando estás líneas vean la luz, ya se
habrá entrevistado con Cristóbal Montoro, ministro de
Hacienda y Administraciones Públicas, para hablar de
equilibrio presupuestario y de estabilidad financiera, y
hasta se habrá permitido decirnos que viene colmado de
satisfacción por lo mucho que el ministro quiere a Ceuta y a
los ceutíes. Algo que ha evidenciado al ponerme al tanto de
que arde en deseos de visitar la ciudad en cuanto sus
obligaciones se lo permitan. Así es nuestro alcalde.
Incluso no me sorprendería lo más mínimo que nuestro alcalde
nos dijera que el ministro Montoro, enterado de lo que bien
que se le dan los hermanamientos, en los que además Vivas ha
ganado fama de ser el más grande recitador actual de esa
especie de juegos florales redivivos por él, lo ha instado a
que haga todo lo posible por hermanar Ceuta con Cambil:
pueblo donde nacieron a Montoro. Un pueblo de Jaén. Lugar de
encrucijadas. Con peso e historia suficientes para que
nuestro alcalde luzca sus enormes habilidades como cantor de
las aguas cristalinas que al final van a morir al mar de los
deseos… Y, naturalmente, para que destaque la singular
gastronomía de la tierra y acabe comparándola con la carne
de monte que se ha venido sirviendo en un restaurante de
Ceuta.
Que todo es posible cuando a nuestro alcalde se le calienta
la boca declamando y termina yéndose por los cerros de
Úbeda. Por cierto: entre Úbeda y Cambil hay nada y menos.
Una hora de viaje. De modo que nuestro alcalde podría muy
bien aprovechar la ocasión para hermanarnos también con la
tierra de Antonio Muñoz Molina. Y seguro que el
enorme escritor daría lo que no hay en los escritos por
presenciar la actuación de Juan Vivas. Eso sí, previo pago
del viaje desde Nueva York. Nada que no pueda solucionar mi
estimado Antonio García Gaona.
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