Aquí no salimos de una y estamos
metidos en otra, pero en pocas ocasiones con algo agradable
que ponga el nombre de la Ciudad como el lugar idóneo para
ser el punto turístico “obligado”. Y no es que en otras
partes y cuanto más turísticas más, no se den casos
desagradables, que se darán, pero es que aquí, también, hay
quien trata de ser original, incluso en aquello que puede
ser nefasto para la salud y si no ya me dirán qué razón de
ser tiene que, en un restaurante “de los buenos” aparezca la
no despreciable cantidad de 600 kilos de carne de jabalí que
no había pasado los correspondientes controles sanitarios.
Una vez más, pero con la Guardia Civil no se juega, aunque
alguien lo pretenda y de ahí esa visita-inspección por parte
del equipo de SEPRONA de la Comandancia de la Guardia Civil
de Ceuta, y no solos, afortunadamente, sino en colaboración
con el Servicio Veterinario y de Seguridad Alimentaria de la
Consejería de Sanidad y Consumo de la Ciudad Autónoma de
Ceuta.
La visita no fue baladí y tampoco frenó la misma el hecho de
que se tratara de un bar restaurante de los de nombre de la
Ciudad.
El “nido” que encontraron no estaba nada mal, con una cámara
frigorífica en la que no faltaba de nada y con 32 bultos, 10
arcones, en los que había lomos y carnes de jabalí, 600
kilos, que no está nada mal y que cualquiera, si su religión
se lo permite, hubiera podido preparar un buen bocadillo,
claro que ese podía ser peligroso, al no haber pasado dicha
carne el control riguroso de sanidad.
Lo que a los profanos en la materia nos parece algo
peligroso, porque lo es, a los “cazadores” profesionales no
les parecerá tanto, por estar acostumbrados muchos a llevar
su “caza” y no haber acudido nunca al veterinario
correspondiente. En estos casos aislados, que cada uno, a
escondidas, haga lo que quiera con su salud y la de sus
hijos o sus padres, pero en este caso que nos ocupamos,
parece que la carne procedía de la actividad cinegética de
la caza y esa carne, con el tiempo, hoy, mañana o ayer
podría haber ido desde la cámara frigorífica a la mesa de
unos clientes que iban a pagar, y bien, su comida.
El peligro, en este caso, se liquidó sin más, puesto que los
agentes levantaron su acta, intervinieron el género que no
cumplía con la normativa de seguridad sanitaria de la
alimentación y a otra cosa.
Una buena labor, no nos cabe la menor duda, el hecho de
controlar, día y noche, exhaustivamente los productos
alimenticios, porque hay un rumor, excesivamente frecuente,
de que no todo lo que sale desde ciertas cocinas a los
platos se sabe con certeza de donde procede, y no es desde
ese establecimiento, o desde aquel otro, más bien está la
sospecha o hay sospechas, muy especialmente cuando de
alimentos importados se puede tratar.
Y el hecho de que se haya tratado, en este caso, de un
restaurante de los que llaman de “clase” nos da la
seguridad, mayor seguridad, de que eso de los privilegios ha
pasado a mejor vida.
Si se hizo esa inspección ahí, no me cabe la menor duda de
que sería por algo ya bien marcado desde otras perspectivas
y, ojalá, cada semana hubiera la suerte de que alguien más,
por no cumplir como es debido, fuera sorprendido, de la
misma manera, que estos lo han sido.
Afortunadamente, aquí se cumplió con eso de que “con la
salud no se juega”.
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