Los niños ricos, esos a los que
educaron para ser élite y mandar, no aceptan que Venezuela y
alrededores haya cambiado. El pueblo, con sus aciertos y sus
mil tropiezos, ahora decide y marca su camino. No volverán.
Consulto las plataformas mediáticas y lo único que encuentro
son referencias a la supuesta represión del Gobierno de
Maduro. Pareciera que se tratara de un Gobierno impuesto por
la fuerza, pero no, lo cierto es que Maduro es un Presidente
elegido democráticamente que cumple su programa electoral,
algo que parece no importar. El retrato de Venezuela es el
de un país al borde del colapso (algo que llevan 15 años
anunciando) y harto de sus gobernantes. Sin embargo, las
encuestas dicen que los venezolanos son los latinoamericanos
que más valoran la democracia y la participación política.
La realidad es que el pueblo venezolano se expresa con mayor
frecuencia y sobre más cosas que cualquier otro pueblo de
una democracia liberal. Pero los medios no lo reflejan.
Durante las elecciones municipales de diciembre en las que
el chavismo amplió su ventaja, el periodista Pascual Serrano
hizo la siguiente observación en Twitter: “Testimonios
recogidos en informativo TVE1 sobre elecciones de Venezuela:
un votante opositor, un analista opositor y un candidato
opositor”. Los chavistas, mayoría en Venezuela, siguen sin
existir en los medios.
Muchos deberían ver esa obra maestra del cine documental
titulada “La batalla de Chile”, en la que Patricio Guzmán
nos describe al detalle la estrategia seguida por la
reacción contra todos los gobiernos populares de América
Latina. El punto básico es la creación de una tensión que
justifique el Golpe de Estado. En 2002, después de incendiar
la calle y asaltar la Embajada cubana violando el derecho
internacional elemental, lo lograron. Por suerte, el pueblo
consiguió restablecer el orden constitucional.
En las últimas elecciones presidenciales hubo 11 muertos.
Todos eran chavistas. Los medios hicieron mucho hincapié en
lo primero, ahorrándose lo segundo. Tampoco cuentan ahora
que los manifestantes “pacíficos” han quemado coches
policiales, asaltado la televisión pública y asesinado a
simpatizantes del Gobierno. No hablan de las imágenes de
falsos torturados, ni de las fotos de opositores que, para
parecer ensangrentados, se decoran el cuerpo con salsa de
tomate. No dicen que las manifestaciones parten de los
municipios con más renta per cápita del país, que son, una
vez más, los privilegiados atacando al Gobierno de los de
abajo. No hay que dejar que el pueblo piense, compare y se
forme su propia opinión. Hay que exhibir en primera plana
las opiniones contrarias a Venezuela de ilustres personajes
como el futbolista Luca Modric, Paulina Rubio o Alejandro
Sanz, el de las cuentas en Liechtenstein. Se silencia a
Michael Moore, Sean Penn, Eduardo Galeano, Noam Chomsky u
Oliver Stone.
Si ha habido excesos policiales, que se investiguen, pero
dejemos ya de juzgar a Venezuela de la forma en que
juzgaríamos a los países de nuestro entorno. El contexto es
completamente diferente. Allí, el pueblo lleva 15 años
viviendo bajo la amenaza de quienes no soportan que los
humildes estén en el Gobierno. Es curioso que unas
manifestaciones en Venezuela ocupen tantas horas en
televisiones internacionales, sobre todo si tenemos en
cuenta que cuando en 2013 se produjo un paro agrario en
Colombia que se saldó con más de 8 muertos, 500 heridos,
decenas de desaparecidos y múltiples casos de violaciones de
Derechos Humanos, tales como mutilaciones y torturas, la
prensa no prestó demasiada atención. Claro, el Gobierno de
Colombia no interesa. Es obediente.
Todos los países de la región, a través de distintos
organismos (Mercosur, Unasur, ALBA...) han condenado la
violencia desestabilizadora y golpista y reafirmado su apoyo
incondicional al Gobierno legalmente constituido de
Venezuela. Los pueblos de América Latina se unen contra las
injerencias externas... y los de siempre no pueden soportar
que los pobres tengan voz.
A veces, basta con observar quienes son los que despotrican
sin piedad para darse cuenta de muchas cosas. Aquellos que
con saña dirigen sus babas contra Venezuela son los
adinerados a quienes la vida se lo ha puesto todo por
delante, esos que desde su acomodada y privilegiada posición
afirman, en su pensamiento thatcheriano y repulsivo, que la
mayoría de parados de nuestro país merecen lo que les pasa
por vagos, poco válidos o imbéciles, que la pobreza y la
marginalidad no son problemas políticos consecuencia de un
determinado sistema, sino productos de la ineficacias
personales. Que sea esta gente la que ataca a Venezuela es
lo normal. Quiere decir que Maduro, pese a sus múltiples
fallos, continúa en la senda correcta.
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