La Iglesia de San Francisco cumple hoy cinco años desde que
se cerrara a la feligresía por los graves problemas
estructurales que presentaba. Desde aquel día 21 de febrero
de 2009, el templo ha sufrido una remodelación intensa con
el fin de recuperar su aspecto original. Este trabajo de
restauración dio comienzo con un delicado proceso de
micropilotajes que estuvo enfocado a asentar la cimentación
de la Iglesia, la cual había cedido y por ese motivo se
habían producido preocupantes grietas y descuadres en su
estructura.
Ese proceso fue largo y laborioso, no en vano tras llevarlo
a cabo hubo que esperar un tiempo para comprobar que
efectivamente los cimentación había parado de ceder y por
consiguiente se podía comenzar a trabajar en arreglar todos
los graves desperfectos que presentaba el templo asignado a
los padres agustinos.
Como la colocación de micropilotes fue todo un éxito, se
procedió a iniciar las obras de mayor calado a través de una
primera fase, en la que se contempló la consolidación de
todos los arcos y la estructura de la Iglesia. En esa misma
primera fase también estuvo la sustitución completa de la
cubierta.
Una vez concluida esta primera fase, en la segunda se
acometieron todos las obras contempladas en el interior del
templo, siendo la más importante el derribo y posterior
contrucción del coro de la iglesia, para finalmente proceder
a la colocación de la solería, el revestimiento del
interior, la carpintería, la pintura y la luminaria, cuyos
trabajos están totalmente finalizados.
Por último, hay que destacar que los propios feligreses de
San Francisco se han estado movilizando durante todo este
tiempo para lograr recaudar fondos que fueran destinado a
paliar el importante desembolso económico que ha supuesto
esta obra y con la esperanza de que la apertura del templo
se hiciera a la mayor brevedad posible, pero estas
esperanzas se están desvaneciendo gracias a que esta deseada
apertura se va postergando en el tiempo sin que, según
indican, “haya motivos para ello, máxime cuando las obras en
el interior están finalizadas”.
Precisamente, tal y como ha podido saber este diario, la
segunda fase de las obras de San Francisco se concluyeron el
pasado día 15 de noviembre, y en ese instante se entregó la
obra al Obispado, el cual, desde entonces, mantiene el
cierre de la Iglesia mientras gestiona la tercera fase de
estas obras.
Es aquí donde parece radicar el problema, ya que la llegada
del nuevo obispo, Rafael Zornoza Boy, no sólo ha modificado
parte de la estructura clerical de Ceuta, sino que ha
querido quitar poder a la Vicaría General y centralizar
muchos de los asuntos que se trataban desde la propia ciudad
en Cádiz. Esta situación se produjo hace ya dos años y desde
entonces se puede decir que “la eficacia ha brillado o sigue
brillando por su ausencia”. No en vano se ha prohibido desde
el Obispado tanto a la Vicaría General, como a los propios
padres agustinos e incluso al arquitecto ha referir nada de
la obra y del estado de la Iglesia, lo que hace pensar los
motivos que está empujando al Obispado a mantener este
ocurantismo informativo, y a enviar un comunicado, correcto
en las formas pero no en el fondo, que no despeja ninguna
duda.
En estos dos años la obra en el interior de la iglesia, ha
estado muy ralentizada gracias a que desde el Obispado se
creyó oportuno revisar el contrato que se mantenía con la
empresa que estaba llevando a cabo la restauración. Esta
revisión tardó cerca de un año, y ahora, después de que las
obras finalizaran a mediados de noviembre, llevan más de
tres meses realizando gestiones para acometer esa supuesta
tercera fase que serviría para terminar de perfilar ciertos
detalles, de los cuales prácticamente su totalidad serían en
el exterior del templo, por lo que no habría impedimento
para abrir la iglesia nuevamente a culto.
Además, el problema no es el dinero, ya que la Ciudad ya se
ha encargado de ir destinando partidas presupuestarias para
acometer toda la restauración, además de los feligreses que
llevan cinco años realizando actividades y colectas con las
que se han podido sufragar los gastos generados en la
adquisición de los nuevos bancos, campanas, etc.
El resumen que se puede sacar de todo esto es que el
Obispado ha dedicado más tiempo a la negociación que en la
ejecución de la obra y esto ha llevado a la feligresía, tal
y como ha podido comprobar este diario, ha estar cansada de
esta situación y “exigir más hechos y menos palabrería”.
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