Solo muy de vez en cuando, muy de tarde en tarde, cuando el
cielo se cubre de constantes nubes negras, y las borrascas
hacen un perenne asedio a la luz del sol, solo a veces, muy
raras veces, un rayo de luz de esperanza se vislumbra en el
tenebroso y desangelado cielo del mundo actual de la
costalería en Ceuta. Bajo el auspicio de nuestro amigo
Fernando Galindo, y, con el apoyo logístico y espiritual de
la Hermandad de la Vera Cruz, ha nacido en este frio
invierno caballa una prematura flor de primavera, repleta de
ilusión y de esperanza, la Asociación Cultural Cofrade
JÓVENES COSTALEROS DE CEUTA.
Efectivamente el próximo sábado 22 de febrero, a las 19
horas hace su presentación oficial esta novel asociación en
el salón de actos del ayuntamiento de nuestra ciudad. Lo
hacen a lo grande, con una magnífica y atractiva conferencia
sobre la costalería. Sus imberbes jóvenes fundadores, y
moderadores de la misma, Juan Bueno y Carlos González, han
invitado a nuestra ciudad a los conocidos “Julianes”,
capataces sevillanos de la familia Huertas. Todo un lujo a
nuestro alcance. Un revulsivo al decadente mundo actual del
costal, que ellos con su ilusión, coraje y perseverancia van
a tratar de “resucitar”. No podemos faltar a esta cita, no
solo por ellos, sino también por nuestro futuro cofrade.
En este artículo pretendo hacer una meditación pública sobre
un tema controvertido, donde la costalería es solo la punta
de un iceberg que tiene otras dimensiones y profundidades.
Reflexionar para intentar encontrar la verdad, ese desafío
hacía el descubrimiento de la realidad que anida debajo de
las tradiciones, más allá de las cadenas que las ilusiones e
ideologías a veces ocultan. Este artículo es un conjunto de
pensamientos realizados en primera persona, donde busco una
mejora evolutiva y sustancial en el mundo cofrade. No cabe
duda que reflexionar estimula, compromete, relativiza, y
pero también condiciona. Pero una reflexión debe ser siempre
un ejercicio de honestidad hacia la verdad, y cuidado al
recorrer este camino; quizás no lleguemos a puertos
esperados o deseados.
Alguien dijo en un polémico pregón cofrade: «Que nunca los
ministros y los hombres de fe con poder en la iglesia actúen
como lo hicieron los apóstoles que, en principio, impidieron
que los niños se acercaran a Jesús porque pensaban que eran
criaturas de pocos valores. Dejad que los niños se acerquen
a mi dijo el Señor (Marcos 10, 13-16). Ellos con su
inocencia bendita, sin darnos cuenta, levantan los aldabones
de las grandes puertas de las catedrales, iglesias y
ermitas, tocan los llamadores de los pasos de nuestras
cofradías, coleccionan sus estampitas, cuando florece la
primavera, se colocan obedientes debajo de las trabajaderas,
y vestidos con su túnica nazarena se bautizan como hermanos
de luz cuando gota a gota van derramando impaciente su cera.
Con sus comuniones abren las puertas de las sacristías que
ya estaban preparadas desde su bautismo, pero después no
todas esas puertas quedan siempre abiertas en la medida del
tamaño y las necesidades de sus inmensos corazones,
probablemente estábamos todos ocupados con nuestras
preocupaciones; unos con el boletín de su cofradía, otros
preparando nuevos pregones, y otros repasando sus homilías.
Que las puertas de nuestros corazones, y las cerraduras
oxidadas de nuestra mente, estén siempre abiertas para
ellos, que apoyemos siempre sus iniciativas, que nunca los
dejemos a un lado, que nunca se sientan olvidados,
engañados, apartados o discriminados por su juventud o por
su supuesta ignorancia o rebeldía. Que ellos y sus familias,
en su primera eucaristía, y ante el temor de lo nuevo y con
los nervios desmadrados- nunca se sientan castigados sin
homilía por un trivial e inocente pecado, que nunca sean
receptivos de nuestra hipocresía, indiferencia,
intransigencia y enfado, porque ellos son nuestro mejor
tesoro, el ajuar más preciado de nuestras cofradías,
nuestros únicos avalistas del futuro y de la iglesia de
Cristo resucitado y de su madre la Virgen María».
Efectivamente, los jóvenes caballas deben tener un papel
importante en la Iglesia antes y después de su primera
comunión, para después consolidarlo en su confirmación.
Deben ser testigos activos en la dinámica catecumenal de
cada día. Es primordial ofrecer a los más jóvenes la
oportunidad de participar en las actividades de la iglesia
AHORA, porque os aseguro que LUEGO será demasiado tarde.
Cuando se tiene en cuenta a los más jóvenes, se les escucha,
se les atiende usando pequeñas dosis de psicología, se les
atrae a la parroquia con lo que más le gusta –generalmente
las COFRADÍAS y sus diferentes aspectos como la costalería-
y se posibilita que se expresen con libertad, que participen
activamente en ellas, entonces y solo entonces, ellos pueden
dar razón de sus experiencias de fe a través de sus acciones
y transformar la realidad del pequeño mundo en el que viven
con el estilo y el mensaje de la doctrina de Jesucristo
resucitado.
Jesús nos dijo: «El que recibe a este niño en mi nombre me
recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a aquel que me
envió (Lucas 9, 46-50)». Las Juntas de Gobierno y los
Directores Espirituales de las Hermandades y Cofradías de
Ceuta deben hacer un esfuerzo mental y psicológico, dejar
las lenguas muertas en paz, y ponerse a la altura de éstos
cristianos cofrades benjamines y juveniles que con su
ilusión participan especialmente en nuestros desfiles
procesionales y que suponen «la cantera» para un futuro tan
incierto como cercano, y a la triste realidad me remito. Si
analizamos con actitud crítica el contenido y la logística
de las actividades pastorales que hacen algunas cofradías a
lo largo del año litúrgico nos daremos cuenta que la mayoría
de ellas –por no decir todas- están pensadas y dirigidas a
los hermanos adultos, es decir a los que tienen plenos
derechos y deberes. De esa forma técnicamente involuntaria
quedan fuera de todas ellas los menores de edad, que no
tienen voz ni voto.
En una sociedad actual de escasa espiritualidad en la que
nuestros jóvenes son literalmente masacrados por miles de
mensajes laicistas de los etéreos enemigos de la iglesia de
Cristo, que potencian el consumismo, el egoísmo y la
competencia desleal, donde los valores cristianos brillan
por su ausencia ¿no creen ustedes cofrades y directores
espirituales que el seno de la hermandad es el ambiente
ideal para cultivar, abonar y hacer crecer la semilla de la
fe que el Espíritu Santo plantó en los más jóvenes con su
bautismo? ¿No os dais cuenta del potencial que ambos tenéis
como administradores de la ilusión que tiene la juventud
cofrade cuando visten con la túnica de la hermandad o salen
de costaleros durante la estación de penitencia? ¿Tan densa,
tupida y crasa es la venda que tapa los ojos de algunos que
no se dan cuenta que las cofradías son una alternativa
válida frente al odio y amenaza laicista enraizada en
nuestra sociedad actual, cada vez más apartada y enemiga de
Dios, cuyo desarraigo crece y nos amenaza a todos los
cristianos? Supongo que todo sería más fácil siempre y
cuando algunos pudieran llegar a un equilibrio mental entre
su espiritualidad pura y dogmática frente al pietismo de la
religiosidad popular, erradicando para siempre los lóbregos
fantasmas de la idolatría engendrados por los pedazos de las
tablas rotas por Moisés y derramadas en el valle del Monte
Sinaí.
Llegados a este punto, las preguntas son obvias. ¿Los
cofrades y los sacerdotes navegamos todos siempre en el
mismo barco? Si la respuesta fuese afirmativa, que así
espero ¿remamos todos en la misma dirección? La entrega
ocasional de las Guardas portadoras del pregón a
presbíteros, no siempre es un gesto garante de empatía y
afinidad. Los cofrades y los sacerdotes luchamos contra un
invisible enemigo común, la crisis de valores. No solo
religiosos, sino también morales y éticos. Nuestros retos y
destinos son los mismos, y como tales, deberíamos
afrontarlos juntos y de inmediato. De lo contrario todos nos
arrepentirnos luego, a medio-largo plazo, o quizás a corto
plazo, cuando no se escuche el crepitar de la madera de los
bancos de las iglesias en el silencio de la misa dominical,
cuando la juventud brille por su ausencia, y algunas
cofradías dejen de salir, bien por falta de cortejo y/o
falta de costaleros. No podemos vivir en la nostalgia del
recuerdo de tiempos pretéritos en los que algunos acudían,
más por obligación social que por devoción espiritual, a
misa los domingos y fiestas de guardar. O cuando en nuestra
ciudad se recurría in extremis a los soldados en los
cuarteles para completar algunas cofradías. Todavía estamos
a tiempo de no llegar a estos extremos utópicos y
anacrónicos, que no están a nuestro alcance ético ni
logístico. Comencemos ahora a cuidar y potenciar todos
juntos este gran patrimonio humano, que es la juventud en
nuestras cofradías, y por ende en nuestras parroquias.
La juventud cofrade no siempre tiene claro cuál es su
posición y labor dentro de las hermandades. Y eso es
ciertamente peligroso porque esa falta de empatía o de
entendimiento dificulta el crecimiento y las relaciones. Con
frecuencia los jóvenes vuelcan todas sus capacidades, empeño
y cariño para estar a la altura de las circunstancias, de
aquello que la Junta de Gobierno de sus cofradías espera de
ellos. La juventud busca un hueco en la jerarquía cofrade,
que cuando lo encuentra, es angosto, trivial y huérfano de
sentimiento y afecto. Nadie se acerca a ellos para preguntar
por sus inquietudes, o tan solo para saber cómo están, o qué
opinan de la marcha de la hermandad, y por supuesto, si
dejan de venir por la cofradía, nadie les interesa, ni
siquiera una llamada de los responsables para interesarse
cuáles son los motivos que ha llevado a la ausencia a ese
joven hermano.
Puede que la juventud actual, por su mejor preparación
cultural, haya superado, en muchos aspectos, a los clásicos
que decían saber y hacer todo, o quienes querían ocupar
todos los sitios y quedarse per secula seculorum. Quizás
falte el diálogo entre los eternos de siempre y para
siempre, con las nuevas generaciones cofrades. En Ceuta hay
una juventud que espera la alternativa, a la que hay que
dejar paso, abrirle todas las puertas, y darles las llaves
del gobierno y del futuro de las cofradías. No podemos estar
toda la vida escuchando lo mismo, y a los mismos de siempre,
hay que renovarse o morir. Agotar los ochos años legales de
la legislatura es, como mínimo, aberrante, y mucho más la
repetición alternante de los mismos candidatos. Nunca
segundas partes fueron buenas. Nuestras Hermandades deben
abrir sus ventanas a los frescos y lozanos aires del futuro.
Descubrir con criterios coherentes nuevos horizontes para
esos jóvenes, con los que poder contar y afianzar los
cimientos del futuro de la Semana Santa.
Las Juntas de Gobiernos y los Directores espirituales de
nuestras Hermandades tienen la enorme responsabilidad de
realizar una constante labor evangelizadora con una apuesta
clara por el reconocimiento del papel de los niños y
adolescentes como sujetos activos en nuestras cofradías,
como un miembro más de la misma iglesia y como jóvenes
peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. En
este sentido, tenemos que apelar a la creatividad y ofrecer
desde las directrices de nuestras cofradías un abanico de
actividades dirigidas a los más jóvenes de nuestras
hermandades, cuidando todos los detalles para que sean ellos
los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus
inquietudes, y se potencie su vida cristiana. ¿Y qué podemos
hacer? «La imaginación al poder», nos podrían decir nuestros
hijos cansados de ser solo un simple engranaje más, de
cumplir una labor monótona, aburrida e intermitente. Tenemos
que buscarles nuevos horizontes en el mundo cofrade donde la
imaginación de las Juntas de Gobierno, y sobre todo la
tolerancia de los sacerdotes, podrían cambiar las cosas, los
regímenes y sobre todo su futuro cristiano. Son muchas las
actividades que podemos organizar con ellos y para ellos,
analizando retrospectivamente la situación, pueden servir de
ejemplos puntuales y de carácter anecdótico la masiva
participación de jóvenes en la Agrupación Musical de Nuestro
Padre Jesús Caído y la Virgen de la Amargura, el nuevo
Rosario de la Aurora de la Cofradía de la Vera-Cruz
realizado en octubre del año pasado con los jóvenes como
únicos protagonistas de la organización, y de la costalería.
Así como su proyecto de Cruz de Mayo juvenil para este año
con el apoyo de la nueva Asociación Cofrade de Jóvenes
Costaleros de Ceuta. También el Vía Crucis y el Rosario
infantil especialmente adaptados a los más pequeños que se
realizan en la parroquia de San José desde el año 2012, y
que afortunadamente ya ha tenido eco en otras feligresías.
De esta forma, canalizados por las comunidades parroquiales
y, sobre todo por las cofradías, podemos conseguir que los
jóvenes sean personas de pleno derecho en la vida de la
comunidad eclesial a la que pertenecemos, con voz de timbre
agudo e ingenuo, sin voto pero con alma. Porque no olvidemos
nunca que «El que no reciba el reino de Dios como un niño –
dijo Jesús-, no entrará en Él» (Lucas 18,17)», y en el mismo
plano conceptual el texto de Mateo (5:8) «bienaventurados
los limpios de corazón porque ellos verán a Dios». Y para
verlo en realidad, no importa que sea a ciegas, pues van
guiados por su capatáz, debajo de una dura trabajadera, al
son de cada levantá, con el costal por bandera, con él
encontrarán, en cada primavera, en cada chicotá, no solo a
ese Jesús de madera, sino también al que anduvo en la mar.
* Asociación Cultural Cofrade
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