A Yolanda Bel se le
ha agriado el carácter. La consejera está enfurruñada a
tiempo completo. Su enfado, que parece ser ya crónico, ha
logrado dilapidar su garabato. Poco o nada queda ya del
garbo o buen palmito que lució otrora y por el que se le
perdonaban hasta sus meteduras de pata como portavoz del
Gobierno. Que nunca fueron pocas.
YB está engallada y fachendosa. Y, por tanto, no cesa de
exhibir una arrogancia que tira para atrás. Sin caer en la
cuenta de que siendo altanera y altiva lo único que está
consiguiendo es, además de ir envejeciendo peor, que la
pongan a parir a cada paso.
La portavoz del Gobierno, tal vez aleccionada por quien
maneja todos los hilos del poder municipal, cumple a
rajatabla el papel de Belinda que le han encomendado
y se comporta en las conferencias de prensa como aquella
muda, interpretada por Jane Wyman.
Belinda, en su última comparecencia antes los medios, cada
vez que le hacían una pregunta, considerada incómoda por
ella, se limitaba a responder como ursulina airada. En casos
así, uno ha visto en esta ciudad levantarse a todos los
chicos de la prensa y dejar con la palabra en la boca al
portavoz de turno.
Cierto es que a la mudita le habían endilgado un cometido
más que desagradable. Pues es harto complicado salir a
escena para hablar de los cambios de gerencias en las
sociedades públicas y de la creación de una nueva
viceconsejería hecha a la medida de Benjamín Álvarez:
cuñado de nuestro alcalde. Para que siga disfrutando de
cargos o empleos provechosos y de poco o ningún trabajo:
mamandurria en estado puro.
Los cuñadísimos han sido siempre un grupo de presión en
España desde mucho antes de Franco. Quién no recuerda a
Ramón Serrano Suñer. Si bien éste, amén de ser alto,
elegante, rubicundo y ojizarco, era abogado de prestigio,
falangista y hasta dicen de él que le echó lo que había que
echarle al mismísimo Hitler.
Otro cuñado de tronío fue Francisco Germán Palomino
Romera, a quien Felipe González creyó conveniente
mimarlo y protegerlo hasta extremo insospechados, en los
años noventa. Eso sí, los cuñadísimos dan muchos disgustos.
Lo malo de las irregularidades y el favoritismo es que
luego, el favorecido no se comporta como debe y no deja de
ocasionarle trastornos y problemas al gobernante. Y es que
hay cuñadísimos que llegan a creerse a pie juntillas que son
merecedores de todas las prebendas que van recibiendo por
ser familiar afín al baranda de turno que los pone mediante
dedazo en lugares donde puedan ganar una pasta gansa sin dar
un palo al agua.
Nuestro alcalde se sabe al dedillo cómo comportarse con los
cuñados. Ya que él disfrutó plenamente de la protección de
Aurelio Puya cuando éste logró ser alcalde mediante
un voto de censura a Francisco Fraiz. AP duró nada y
menos en el cargo; aunque sí lo suficiente para que su
cuñado, Vivas, se percatara de lo mucho que vale
tener a un familiar afín en puesto destacado.
Es lo mismo que debe de estar pensando Benjamín Álvarez:
quien ni siquiera soñando podía haber imaginado la vidurria
que se está pegando. Una vida regalada. Una buena vida.
Ganando los mejores dineros y haciendo lo que más le gusta:
estar muy cerca de su cuñado y alcalde con el fin de ponerlo
al tanto de cuando se dice o se hace a sus espaldas. Ser
cuñadísimo es un chollo. ¿Verdad, BA?
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