La tragedia sucedida el pasado
jueves ha provocado que hayan saltado las alarmas, incluidas
las del Ministerio del Interior, desde donde se estudia con
minuciosidad todos los detalles de la actuación de los
agentes de la Guardia Civil en aquel momento. Y es que el
asunto preocupa, y preocupa y mucho a los responsables
políticos.
En los despachos ministeriales, en estos días, ha existido
un ir y venir desmesurado. Había muchas prisas, muchos
nervios, muchas preguntas, muchas explicaciones pedidas,
muchos vídeos y muchas acciones, todas encaminadas a
intentar fijar la posición que, a posteriori, puedan
sostener el discurso que, primero, hoy pronuncie en Ceuta el
director general de la Guardia Civil y segundo, y este es el
más importante, el que tiene que dar mañana en el Congreso
de los Diputados el ministro del Interior, Jorge Fernández
Díaz
Aunque es cierto que en el Ministerio existen buenas cabezas
pensantes y extraordinarios estrategas, a diferencia de lo
que sucede en la Delegación del Gobierno, el asunto no se
antoja fácil, puesto que son muchas las evidencias que ponen
de manifiesto que aquella fatídica mañana algo falló.
Se ha de reconocer que el problema de la inmigración, tal y
como dijo ayer a los micrófonos de Radio Nacional de España
la vicepresidenta del Gobierno, es complejo y hay que verse
en el sitio cuando se te viene encima y a la carrera una
avalancha de 300 personas que no obedecen a nada, y que al
ver tan cerca el cumplimiento de su sueño, no son capaces de
gobernar sus mentes. Esto se agrava, además, cuando en el
lugar hay a lo sumo treinta y cinco efectivos de la Guardia
Civil, unos veinte de los GRS, y entre diez y quince de las
patrullas. Ante esto, es claro que una explicación urgente
se hace hoy muy necesaria.
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