Difícil cuestión, porque aquí en
Ceuta de creación de empleo u otras noticias positivas, poco
o nada podemos hablar, pero en lo referente a temas
desagradables y negativos, tenemos material como para
escribir un libro. Es evidente que el tema destacado de esta
semana no es otro que el de lo acontecido en la frontera del
Tarajal, su transcendencia y categorización como tragedia
humana, viene a eclipsar a todos los demás.
Así que centrándonos en él, una serie de preguntas asoman
por mi cabeza, pero la fundamental de todas no puede menos
que estar directamente dirigida a nuestro delegado del
gobierno, y en la que es necesario plantear una cuestión tan
básica como la de que, si conociéndose como se conoce la
critica situación que en materia migratoria se vive a ambos
lados de la frontera, como es que se ha podido llegar a este
punto, sin haber tomado ni la mas mínima de las medidas que
evitasen la tragedia.
A la fecha, mucho ha tenido que responder el representante
del gobierno de la nación en nuestra ciudad, pero en el
fondo ninguna de sus declaraciones han dado respuesta a esta
pregunta, quedando la sensación, o bien, de que este y sus
expertos en la materia pensaban que el problema de la
presión migratoria que vive Ceuta desde hace años se
solucionaría por si solo, o por el contrario, que este
asunto, durante su estancia en Plaza de los Reyes y dada la
creciente inseguridad en la que vivimos, no tendría que ser
precisamente el que le diera el mayor de los problemas. Pues
bien, el caso es que en este impasse estamos y sin solución
aparente que ponga algún remedio a todo esto, a este en
particular, pero también al del caos fronterizo y en
general, a todo lo que concierne a nuestras relaciones con
el vecino Marruecos.
Desde Madrid, ha sido impresionante el “mutis por el foro”
del gobierno, como si los responsables ministeriales en la
materia, hubieran pensando aquello de que “mejor que esta
patata caliente se la coma el delegado en Ceuta, que para
eso es de allí”, obviándose quizá que por su importancia,
este asunto migratorio no solo afecta al conjunto de la
nación, sino también al resto de Europa, no debiendo
circunscribirse todo a un mero problema acaecido en una
ciudad transfronteriza, sino existiendo la obligación de
pronunciarse en Madrid y Bruselas, para desde allí aportar
las soluciones y medios necesarios que eviten, se vuelvan a
repetir situaciones tan dramáticas y trágicas como la vivida
hace tan solo unos días.
Aquí no vale, lo que algunos intentan hacer, descargar todas
las responsabilidades en nuestros cuerpos y fuerzas de
seguridad destacados en esa zona fronteriza, bastante tienen
ya con multiplicarse por cien, para con los mismos
efectivos, tener que dar cobertura a todos los problemas que
allí se generan, misión que a pesar de los escasos medios
disponibles siempre intentan cumplir de la manera mas
diligente. Ni tan siquiera pidiendo cuentas al ministro del
ramo, aquí de lo que se trata es de arbitrar los mecanismos
necesarios desde arriba para abajo, desde las mas altas
instituciones, ONU, UE, Madrid, para que se tome conciencia
de que la actual situación migratoria, que por cierto no
solo se vive en Ceuta o Melilla, sino también en otras zonas
ribereñas de las costa norteafricana, como la isla italiana
de Lampedusa, es un verdadero problema mundial que tiene
como víctimas a los de siempre, a los mas débiles y que
requiere del compromiso y la actuación de todos, incluidos y
de manera efectiva, los países origen de la migración.
Mientras esto no ocurra, y la verdad complicado lo veo a
tenor de las exiguas capacidades mostradas por aquellos que
nos vienen gobernando desde hace ya años, la situación de la
semana pasada ni será la primera ni desgraciadamente va ser
la última, porque es infinitamente imposible poner puertas
al campo a las ansias de una vida mejor, anhelo permanente
de unas personas que en su mundo solo conocen de
padecimientos, guerras, hambre o miseria.
Algunos pensaron que quizá la solución estribaba en abrir
las puertas de Europa, bajo el torticero argumento de que
esa era la única manera de remediar los males que aquejan a
estas personas y que de esta forma se les ofrecía los
parabienes de la civilización occidental. Sin embargo, salvo
casos excepcionales, lo único que han conseguido es condenar
a la mayoría a la miseria de un mundo que rara vez es
solidario, fomentando con ello nuevas formas de esclavitud y
generando un efecto llamada del que solo se han beneficiado
mafias y explotadores. A nadie le gusta emigrar y mucho
menos en las condiciones infrahumanas que se están viendo y
viviendo, en nosotros esta ayudarlos, pero de manera
realista y consecuente, para así evitarles en la medida de
lo posible estos sufrimientos y que de ese modo puedan en
algún momento de la historia y de sus vidas, por lo menos,
ser dueños de su propio destino.
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