Hace poco, en contestación a la
actitud xenófoba de cierto columnista local, escribí dos
artículos dedicados al problema de la inmigración. Hoy no
voy a centrarme en lo mismo. Con motivo de las trágicas
muertes de 14 personas en nuestra frontera, no voy a
aprovechar para volver a hablar de la raíz de los
movimientos migratorios, ni sobre las huellas de los
procesos coloniales en el tercer mundo, ni sobre el saqueo
sufrido por los países pobres a mano de los ricos. De lo que
quiero hablar es de una actitud concreta: la del Delegado
del Gobierno de Ceuta. Y no, tampoco pienso centrarme, como
se está haciendo estos días, en si ha mentido. Lo que voy a
hacer es llamar la atención sobre la postura que adoptó en
la rueda de prensa que concedió el jueves. Sinceramente,
sentí asco y vergüenza.
Mientras hablaba con los periodistas, no se adivinaba en el
rostro ni en las palabras del señor Francisco Antonio
González el más mínimo gesto de dolor, de empatía, de
condolencia, de tristeza o de preocupación. Cada vez que
ocurren sucesos trágicos que conllevan la muerte de
compatriotas, vemos como nuestros representantes públicos
centran su discurso en las víctimas, en el acompañamiento a
sus familiares, en el desasosiego que produce tener que dar
ánimos a una población golpeada por un atentado, un incendio
o un accidente de tren. En cambio, si los que mueren son
inmigrantes, las formas cambian. Las palabras de las
autoridades, sin dedicar un segundo a hablar de las
víctimas, van centradas a cubrirse las espaldas, a alabar la
ejemplar acción de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad.
El señor González hablaba de la tragedia acontecida hacía
unos horas como el que daba parte de la previsión
meteorológica. Hablaba de los inmigrantes fallecidos en
términos como “invasores”, “ilegales” o “avalancha”, dejando
claro que esos muertos no eran personas como nosotros, sino
gente de la que protegernos y que, al parecer, hasta
debíamos estar agradecidos de que no llegaran a pisar suelo
español. El trabajo estaba bien hecho y eso era lo único
importante. González recalcaba que los “invasores” venían en
actitud violenta y que las muertes se habían producido en la
zona marroquí. Lo que había que dejar claro era la dicotomía
“ellos-nosotros”, mostrar a los muertos como una amenaza
para así restar importancia a sus muertes o, en todo caso,
justificarlas. La Guardia Civil ha usado pelotas de goma y
balas de fogueo para “asustar” a las hordas tercermundistas
que, “ilegalmente”, venían a buscar una vida mejor en un
territorio que no les pertenece. Unos defendían la
legalidad; los otros se la estaban saltando. Nosotros somos
los buenos; ellos son los malos. Fin de la historia y todos
para casa a pensar en otra cosa.
El lenguaje nunca es inocente y aquellos que se dedican a la
política, ciencia del poder en último termino, lo saben
perfectamente. No es la primera vez que nuestro Delegado de
Gobierno, en su acostumbrada pose chulesca y autoritaria, da
muestras de su interés por escudarse en las leyes para así
criminalizar a los sectores más vulnerables y tener, por
tanto, un argumento legitimador que justifique el empleo de
mano dura. Si hay familias en Benzú afectadas por un
problema de vivienda, el centro de toda discusión es que hay
casas “ilegales”. Y punto. Si hay un nuevo tiroteo, el
debate no debe centrarse en las políticas sociales dedicadas
a paliar las condiciones marginales que crean violencia,
sino en la aplicación de las leyes contra los criminales de
los barrios. Y punto. Si mueren 14 personas en el mar, no
debemos hablar de muertes, sino de “delincuentes” que
pretendían saltarse las leyes y que, gracias a Dios y a la
benemérita, no lo han conseguido. Y punto. Si ha habido
muertos pues oye, mala suerte.
Francisco Antonio debe dimitir, yo quiero que dimita. Porque
siento repulsa de que un tipo que ocupaba un escaño en el
Parlamento cuando todo el Partido Popular en bloque votó a
favor de apoyar a EEUU en la masacre de Irak haga política
en mi ciudad. Porque detesto la prepotencia política que
llevan tatuada en los genes los que siempre han mandado.
Porque no me gustan los sheriffs. Porque no soporto el uso
de las palabras de manera torticera. Porque ya está bien,
joder, ya está bien. Y punto.
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