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OPINIÓN - LUNES, 10 DE FEBRERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

“Me hace llorar el drama humano”
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Oscar Wilde explicó en cierta ocasión por qué iba de luto. Resulta que es mi cumpleaños, y estoy de luto, como pienso hacer a partir de ahora en todos mis cumpleaños, porque se ha disipado un año de mi juventud, porque el verano de mi vida va tocando a su fin.

Dentro de nada, es decir, cuando el mes que corre llegue a su penúltimo día, nuestro alcalde cumplirá un año más; es decir, tendrá 61. Y uno le deseará entonces, salvo complicaciones de última hora, un cumpleaños feliz y, por supuesto, le veremos lucir su clásico terno oscuro para la ocasión.

Lo del terno oscuro de nuestro alcalde no es porque la juventud se le esté escapando a chorros, como era el caso del famoso dandy irlandés, sino porque es bien sabido que todo drama humano lo hace llorar desconsoladamente. Y, claro, lleva ya varios años derramando lágrimas como granizos. Y, por tanto, decidió que lo debía manifestar con el luto correspondiente.

Llora, y llora y no deja de llorar nuestro alcalde porque no concibe lo que viene ocurriendo en el mundo: que los pobres sean cada vez más pobres y los ricos… ya saben ustedes. Los ricos y los políticos… A qué engañarnos. Engañarse es algo que nunca ha hecho nuestro alcalde. Ni engañarse ni engañar a nadie. Ni jamás lo hará. Pues su mayor deseo es que se le recuerde siempre por haber sido una buena persona. Y, cómo no, por su modestia.

De la modestia ya nos advirtió Goethe: modestos sólo son los hombres virtuosos y los bribones; por eso se explica que la modestia triunfe tanto en los partidos políticos, donde los hombres virtuosos brillan por su ausencia.

A nuestro alcalde, conviene reconocerlo, el llorar, casi incesante, por ver de qué manera van creciendo los pobres en esa España tan suya, como bien proclamó en la Convención de su partido, en Valladolid, le ha pasado factura: su cara está repleta de enfado y de cansancio.

Las arrugas de la frente y del entrecejo son cada vez más y más acrecentadas. Su rostro, si uno se fija bien, está surcado. Sus arrugas largas y profundas parecen logradas en la mar de los sufrimientos. Como ese marinero que él quiso ser siempre pero que nunca fue.

A nuestro alcalde le conviene, a ser posible antes de las próximas elecciones, hacerse algún “arreglito” en el rostro. Deteriorado no sólo por su condición de doliente impenitente ante las desgracias ajenas, sino porque, como él deja sentir entre sus íntimos, está padeciendo la mediocridad de quienes lo acompañan en el gobierno. Triste sino de alguien que nació para ser singular entre los singulares de su pueblo y ahora se ve fatigado y acuciado pro toda clase de problemas.

Por todo ello, sería recomendable que sintiéndose como se siente un político de alto copete, y de miras inalcanzables, se apuntara a la moda del botox. Como dicen que han hecho Felipe González, Lula Silva o Sarkozy. Para que su cara vuelva a ser una cara libre de pesadumbres. Una cara huérfana de desencuentros pasados. Y sobre todo de aversiones. Una cara dispuesta a admitir las críticas negativas y también a no favorecer a sus amigos porque sí.

Por último, al margen de lo del “arreglito” estético, que le viene de maravilla a su aspecto externo, por ser personaje relevante de la vida pública, vaya el consejo: deje de llorar con tanta asiduidad por los dramas ajenos y procure actuar mejor en todos los sentidos. Y será mejor para todos.
 

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