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OPINIÓN - SÁBADO, 8 DE FEBRERO DE 2014

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Mucho drama, pocas soluciones

El ansia de los seres humanos por buscar nuevos horizontes, no solo por curiosas inquietudes de descubrimiento, sino ante apremios perennes –hambre o guerras, oportunidades laborales–, es tan vieja como la misma humanidad. Según el Banco Mundial, 232 millones de personas viven en países diferentes de aquel en el cual nacieron. Pero esa determinación de encontrar otros rumbos es muchas veces fuente de tragedia para quienes se ven obligados a hacerlo de manera ilegal. Una actividad que produce cuantiosos réditos, derivados de las sumas que obtienen quienes se lucran de tan abominable tráfico.

El drama de la inmigración ilegal volvió a las costas Ceuta el pasado jueves. Una día después de la tragedia, los buzos todavía estaban buscando cuerpos en el mar, mientras Marruecos conoce ya de la existencia de cinco cadáveres más. La presión migratoria de personas procedentes de los países subsaharianos se ha trasladado desde Canarias a Ceuta y Melilla. El mayor control por vía marítima ha obligado a los inmigrantes a intentarlo por tierra. Los desplazamientos provocados por conflictos y guerras agravan la situación. Aunque Jorge Fernández aseguró que la colaboración marroquí es “extraordinaria”, lo cierto es que las autoridades del país vecino no han sido capaces de evitar que miles de subsaharianos acampen en los montes cercanos a Ceuta y Melilla esperando para cruzar.

El de las rutas de la muerte es un problema serio, vergonzoso y complejo, que tiene detrás crueldad y crimen. Es un drama humano que requiere, en lo posible, más cooperación entre países fronterizos y mucha justicia. A más de grandes esfuerzos policiales y severos castigos para los traficantes de personas.
 

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