La última tragedia registrada ayer
en la frontera del Tarajal se ha constituido en noticia
nacional al abrir los informativos del televisión, además de
ocupar hoy lugar preferente en las portadas nacionales de
periódicos, lo que nos sitúa en el epicentro de una
problemática que preocupa a la Unión Europea y convierte a
la frontera sur de la misma en un cementerio de inmigrantes.
Los nueve subsaharianos fallecidos en aguas marroquíes en
ese intento fallido de entrada masiva en Ceuta es el
penúltimo episodio de una dinámica que provoca la
desesperación por la búsqueda de un mundo mejor. Y una vez
más, nuestra ciudad salta al primer plano de la actualidad
por un hecho trágico con consecuencias de notable
repercusión mediática.
El Tarajal se está convirtiendo en los últimos tiempos en
una zona permanente de conflicto: cuando no son los
porteadores, el problema lo causan las protestas por un
punto de acceso cuyas escaleras “desaparecidas” originan
lesiones a quienes transitan por allí y, cuando no, son los
propios empresarios de las naves, quienes elevan sus
protestas a las autoridades para reivindicar mejoras en la
zona. Sin olvidarnos de los altercados producto de los robos
o la inseguridad en los polígonos, igualmente motivos de
protesta, o las interminables ‘colas’ que colapsan toda la
zona. Un cúmulo de hechos que vienen a confluir en un
síntoma: la necesidad de ordenar una zona motivo de
conflicto, altamente atractiva para la inmigración ilegal y
especialmente sensible para la opinión pública por los
hechos que allí se producen. Hoy por hoy, la extraña
sensación que hay es que la frontera del Tarajal se ha ido
de las manos. Si no es por el paso del Biutz, lo es por las
protestas de los empresarios, por los atascos que se viene
produciendo o por la muerte de inmigrantes. Se imponen
soluciones entre España y Marruecos a la mayor brevedad.
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