A veces se me hace tan difícil
entender a nuestro alcalde como sin duda lo sería
contagiarle la gripe a un cadáver. O como bien decía otro
amigo mío, a cada paso: “Mas difícil que raptar la Giralda
de Sevilla a las doce y media del día”. Ya ven ustedes lo
poco que cuesta hiperbolizar. Más o menos lo mismo que
decir: “Yo continúo poniendo la mano en el fuego por
Yolanda Bel”.
Nuestro alcalde sabe perfectamente que YB no ha hecho nunca
nada que él no haya querido que haga. Ni YB ni ningún otro
miembro de su gobierno. Insisto: en el Ayuntamiento nadie
toma decisión alguna sin el consentimiento de Vivas y
sin el consabido visto bueno de Aróstegui. Axioma:
verdad que no necesita demostración.
Por lo tanto, no debe causarnos ninguna extrañeza que a
Vivas no se le caiga de la boca lo de poner la mano en el
fuego por su consejera (por cierto: debe valer un Potosí,
dado los diversos cargos que ocupa) para significar que
responde plenamente de ella; vamos, que le otorga toda la
confianza habida y por haber. Tal es así, que a punto ha
estado de decirnos que por ella es capaz de sacarle los ojos
al más pitando.
La defensa de un compañero, compañera en este caso, no vaya
a ser que me llame la atención mi estimada Fatima
Hamed, es digna de encomio por parte de nuestro alcalde,
naturalmente que sí. Si no fuera porque, no ha mucho tiempo
José Antonio Rodríguez, consejero de Gobernación a la
sazón, se vio envuelto en un caso similar y lo pagó con el
destierro. Sin que nadie, y mucho menos nuestro alcalde,
alzara la voz para defender su nombre ante los que
decidieron mancillarlo.
Bien es verdad que mi estimado Rodríguez ni fue denunciado
ni hizo declaraciones altisonantes ni comprometedoras contra
quien estaba al tanto de cualquier acción suya al frente de
la consejería de marras. Sino que se limitó a coger sus
bártulos e irse hacia otro sitio sin decir esta boca es mía.
Decisión respetable de una persona, posiblemente agradecida
a Vivas. Pues con esa actitud, no cabe la menor duda de que
le hizo un gran favor a nuestro alcalde y a las siglas de
sus amores.
Pero no todas las personas somos iguales y, por supuesto, no
respondemos de la misma manera. Me explico: YB, de quien
hace nada y menos dije que le había olido a cuerno quemado
la llegada de un compañero revestido de poderes suficientes
como para que ella pasara a un segundo plano en el gobierno
local, comenzó a dar incesantes muestras de desagrado con su
situación. Y reaccionó con el valor con que suelen hacerlo
las mujeres cuando de por medio hay rivalidades personales
de cualquier tipo. Mostrando su desacuerdo sin vacilar y
hasta no cortándose lo más mínimo en decir que estaba
dispuesta a darse el bote y, desde luego, a no comerse el
posible marrón de los pagos fraccionados con el fin de
ayudar a todas las empresas posibles.
La postura de YB debe considerarse justa, porque había
venido actuando siempre acorde con los deseos de nuestro
alcalde, como justa fue la denuncia hecha por una asociación
local contra la corrupción. Lo incomprensible es que nuestro
alcalde salga diciendo, una vez más, que lo que existe es
una campaña política para desestabilizar a su Gobierno y
para acabar con él. Por parte de sus enemigos. Nuestro
alcalde, al paso que va, dirá en cualquier momento que hay
un contubernio judeo-masónico atentando contra su persona.
Hay políticos que suelen perder la chaveta.
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