El fin de semana, si es que no lo
sabíamos, y muy bien, debe habernos dejado muy claro que la
hipocresía y el periodismo van de la mano, casi a diario.
El fallecimiento del que fuera jugador del Atlético de
Madrid, entrenador de este equipo, en varias ocasiones y
seleccionador nacional, Luis Aragonés, ha hecho que muchos,
sin querer o queriendo se hayan quitado la careta para, una
vez muerto ese técnico, valorarlo en su justo punto, cosa
que no habían hecho con anterioridad, cuando estaba en plena
acción.
La prensa de Madrid, especialmente, nos ha mostrado ahora,
tras su muerte, la valía del de Hortaleza, cosa que no supo
o no quiso valorar, cuando, entre otras cosas, prescindió de
Raúl para con la Selección Española, porque en aquellos
tiempos el jugador merengue era el “niño mimado” de la
prensa deportiva de la Capital de España.
Los que escribían y pregonaban “¡¡Raúl, Selección!!”, desde
la tarde del viernes, con Luis Aragonés ya muerto, han
reconocido, por fin, que fue el de Hortaleza el que armó la
Selección que lograría primero el campeonato de Europa,
luego el Mundial, más tarde el campeonato de Europa, y ahora
lo que venga.
Demasiado tarde esas alabanzas, como demasiado tarde ha sido
el reconocimiento, por parte de los seguidores rojiblancos,
al deportista que más hizo en el terreno de juego y en el
banquillo por el equipo colchonero.
La mayor parte de los seguidores del Atlético de Madrid que
bendecían el domingo a Luis Aragonés, desde las gradas del
Vicente Calderón, no lo conocieron sobre el terreno de
juego, ni en sus inicios como entrenador.
Por mi edad y eso que nunca fui seguidor de los atléticos,
tuve la oportunidad de ir, docenas de veces, al campo del
Metropolitano y entonces allí no se valoraba a Luis como él
se merecía, porque hubo otros más valorados: Peiró, Collar,
Adelardo..., también tuve la oportunidad de ver y asistir a
la inauguración del Vicente Calderón donde, desde el primer
instante, quedó ya marcado su nombre para siempre, al haber
sido él el que inauguró el marcador, aunque al final de
aquel partido el resultado fuera de 1-1 frente al Valencia.
Entonces y después, porque su carácter no le permitía
compadreos, no era el más querido por la prensa, no era de
los que tenían muchos amigos, pero los incondicionales lo
eran de verdad.
Ahora, sin hacer ruido, Luis aragonés se ha ido, una
enfermedad que nadie había comentado, se ha llevado al
técnico que más veces se sentó en un banquillo, al técnico
que en una semana pasó de ser jugador a tener que dirigir a
sus propios compañeros, en una de aquellas campañas del
Atlético de Madrid en la que las cosas le iban, como casi
siempre, a tropezones.
Desde aquel primer día en el banquillo demostró una
personalidad a prueba de bomba, ha logrado títulos, ha
entrenado a muchos equipos, incluido el Barcelona, pero la
espina que se habrá llevado Luis Aragonés es la de no haber
entrenado nunca al Madrid y, sinceramente, creo que tenía
categoría más que sobrada para haberlo podido entrenar.
A partir de ahora, ya tenemos otro mito del deporte, otro
mito al que querrán santificar los que, en otros momentos
vilipendiaron, demasiado tarde ya para ir a cara
descubierta, más de uno se quitó muy tarde la careta, por lo
que más de uno lo mejor que podrá hacer es olvidar a ese
gran deportista al que ahora parecen adorar, pero que no
supieron comprenderle a su debido tiempo. Hipocresía es eso.
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