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OPINIÓN - MARTES, 4 DE FEBRERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Monterilla en estado puro
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me suelen parar por la calle para preguntarme por cuestiones relacionadas con lo que escribo. En realidad, lo que más desean ciertos lectores es conocer el significado de algunas palabras caídas en desuso y que yo me empeño en recuperarlas.

‘Monterilla’ es una de ellas. Que viene a expresar, desde tiempo inmemorial, algo así como lo menos que se puede despachar en alcalde. Les voy a relatar una historia de ‘monterilla’ contada por Luis Montoto (personajes, personas y personillas. Sevilla, 1921, tomo 1, página 48).

Parece que en Dos Hermanas, pueblo inmediato a Sevilla, en los días primeros de la revolución llamada la Gloriosa (la de septiembre de 1868), un ‘monterilla’ encumbrado ‘por arte de birlibirloque’, protegía los amores de unos novios, con oposición del padre de la muchacha, y no pudiendo lograr que éste consintiera en la boda, por sí y ante sí los dio por unidos en matrimonio.

Fuéronse a vivir juntos, diciendo ella a su padre que eran marido y mujer, porque el señor alcalde los había casado. No pudiendo creer el hombre semejante desatino, fue a ver al ‘monterilla’, el cual le dijo que, cierto, los había casado. El padre, no tan ayuno de ciencia como su interlocutor, le replicó que no había más matrimonio que el que Dios instituyó y el Santo Concilio de Trento reguló… El alcalde, entonces, muy lleno de autoridad, exclamó:

-¡Pues si eso es así, sepa usted que desde este momento queda derogado el Concilio de Trento!

Nuestro siglo XIX, el siglo de las asonadas continuas, el que dio origen a que los intelectuales estuviesen convencidos de habitar un país enfermo y triste. Y en el que los Ganivet, Unamuno, Baroja, Machado y Ortega Gasset modelaron el perfil de una España sin pulso, cualquier ‘monterilla’ podía sacar a relucir tanta casta como el nacido en la tierra de la Virgen de Consolación. Sin que pasara nada (tampoco pasa nada ahora. Pero nada de nada). Y, desde luego, aquí no dimite ni el Tato)

En el siglo XXI hay alcaldes que se siguen comportando como aquel paisano de nuestro estimado Fernando Tesón. Vamos, como auténticos ‘monterilla’. Aunque el de Utrera tenía un pase: porque el buen hombre obraba tal y como era en realidad: un rústico de tomo y lomo. Un tipo primitivo y burdo.

Bueno. Permítanme que recurra a tan manida interjección, con el fin de respirar hondamente, antes de cruzar el umbral del tramo final de esta columna, para decir que nuestro alcalde se ha ganado el derecho a que yo no tenga el menor empacho en calificarlo de ‘monterilla’ cuando se encarte.

El mismo derecho que él tiene a bisbisear maldades contra mí. Lo cual no es óbice para que nuestro alcalde siga presumiendo de ser un glorioso compendio entre Messi y Ronaldo en la oratoria. Y, cuando alguien tiene tan alto concepto de sí mismo, resulta más difícil entender las respuestas que concede a preguntas tan fáciles como la que se le han venido haciendo acerca de todos los líos de su Gobierno.

Ahora, por ejemplo, si a mí me diera por preguntarle a nuestro alcalde sobre los millones y millones de euros deficitarios que han tenido las empresas municipales en 2010 y 2011. Me preguntaría: “¿Quién afirma eso?”. Y tras oír que lo proclama el Tribunal de Cuentas, tardaría un suspiro en llenarse de autoridad, y exclamar:

-Pues si eso es así, sepa usted, que desde este momento queda derogado ese tribunal. ‘Monterilla’ en estado puro.
 

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