Owen Jones es un joven activista
político, escritor y periodista británico de 29 años,
colaborador habitual de famosos medios como “The Guadian” o
“The Independent”. En septiembre de 2011 fue votado como el
pensador más influyente de la izquierda por los lectores del
blog “Left Food Forward” e incluido entre los 100 en la
lista del “The Daily Telegraph”. Sin duda, gran parte de
este reconocimiento se debe a la publicación de su primera
obra “Chavs: la demonización de la clase obrera”, uno de los
diez mejores libros de no ficción de 2011 según “The New
York Times”. En su aclamada ópera prima, Jones denuncia el
estereotipo negativo al que se ha visto reducido el conjunto
de la clase trabajadora británica a partir de los oscuros
años del thatcherismo, y como su interesado uso beneficia al
pensamiento conservador hegemónico.
Los “chavs” (jóvenes de la clase obrera) son vagos,
alcohólicos y parásitos del Estado de bienestar, son
culpables de su situación y, por lo tanto, se merecen lo que
les pasa. Este el pensamiento que las clases dominantes
llevan décadas instaurando en el imaginario colectivo
británico para así legitimar la mano dura contra los
desfavorecidos. Al fin y al cabo, si son pobres es por no
esforzarse lo suficiente. De lo que se trata es de sustituir
los valores que siempre han caracterizado a las clases
populares (solidaridad, compañerismo, conciencia de clase)
por los valores de las clases medias y acomodadas
(individualismo, codicia). Así es como se debilita toda
resistencia: incrementando la competitividad entre los de
abajo. Ser de clase obrera es negativo, hay que “tener
aspiraciones”. No luches colectivamente por mejorar las
condiciones de vida de tu clase; lucha individualmente por
unirte al club de los ricos, por escapar, por no ser un
despreciable “chav”. No seas proletario, sé propietario. Sin
duda, esta forma de pensar no es solo característica de Gran
Bretaña. A continuación, les dejo un extracto del libro de
Owen Jones. No me digan que no les resulta familiar:
“Criticar a la clase trabajadora es útil políticamente para
un Gobierno conservador decidido a realizar recortes que
perjudicarán desproporcionadamente al mismo grupo. Algunos
de los primeros programas en sufrir tijeretazos incluían las
comidas escolares gratuitas y la ayuda a los jóvenes
desempleados. El primer presupuesto general desencadenó los
mayores recortes en los servicios públicos en un siglo […]
Subió el IVA, un impuesto que golpea con más fuerza a las
rentas bajas. […] Algunos economistas estimaron que los más
pobres se verían seis veces más perjudicados que los más
ricos. Cuando le preguntaron el ministro tory Bob Neill, su
impúdica respuesta fue: ‘Los más necesitados, en última
instancia, soportan la carga de liquidar la deuda´”.
Sí, aparte de las políticas generales de nuestro Gobierno, a
mí también se me vienen a la cabeza Juan Rosell diciendo eso
de “al que se apunte al paro porque sí, habrá que decirle
que no”, el delincuente Díaz Ferrán invitándonos a que
trabajemos más y cobremos menos, la ministra Báñez
criminalizando a los parados con su famoso buzón, José Luis
Feito mandándonos a currar a Laponia o ese discurso que
justifica los desahucios afirmando que los pobres firmaban
hipotecas “por encima de sus posibilidades”.
Es obvio que Rajoy o Rosell representan los intereses de los
poderosos, pero hay otros personajes que, aparentando cierto
progresismo, también legitiman la explotación. El mediático
publicista Risto Mejide es uno de ellos. Me explicaré. Hace
unos meses, vi unos minutos de una entrevista en la que
promocionaba su nuevo libro “No busques trabajo”. En la
entrevista -y supongo que en el libro- el ex juez de
triunfitos llamaba a la juventud a no buscar trabajo, o más
bien, a buscarlo de otra forma. Mejide le decía a los
jóvenes que fuesen ingeniosos, listos y “empleables” y ponía
el ejemplo de un chaval que se las ingenió para aparecer en
las páginas web que consultaban los directivos para los que
quería trabajar diciendo: “Buscarte en Internet es
divertido, pero contratarme lo es más”. Por supuesto, le
contrataron. Jordi González, que le hacía la entrevista al
publicista, dijo que le parecía “brillante”. Lo que nos
están diciendo es que asumamos que el trabajo no es un
derecho, sino un privilegio por el que debemos competir.
Tenemos que ser más listos que el de al lado, tenemos que
ser atractivos para los empleadores. No debemos luchar
contra la injusticia que nos degrada, sino degradarnos aún
más. Debemos ser putas atractivas para los clientes que
deben comprarnos. Con la mentalidad de vendemotos como Risto
Mejide no se fomentan la unidad ni la rebeldía, sino el
individualismo y la sumisión, la idea de que debemos dar
respuestas individuales a los problemas colectivos, a los
problemas políticos. “Sé brillante, sé “emprendedor”, sé
“más empleable” que el de al lado y te contratarán. Quien no
lo consiga que se joda, se lo merece por tonto”. Es la
ideología de los poderosos, la ideología que demoniza a la
clase trabajadora. Es el mismo thatcherismo conservador que
culpa al pobre de ser pobre...pero con gafas oscuras y falsa
pose transgresora. Menos Risto Mejide. Más Owen Jones.
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