El jueves pasado, es decir, el
penúltimo día de un enero crudo y sobre todo que ha seguido
siendo desesperanzador, que es peor que la desesperación,
para millones de españoles que quieren y necesitan trabajar
y no pueden hacerlo, me dio a mí por decir que estaba
deseando hacerle el artículo a nuestro alcalde.
Y, claro, como faltaban pocas fechas para que se celebrara
la Convención del Partido Popular, en Valladolid, y además
estaba ya enterado de que nuestro alcalde iba a disfrutar de
la oportunidad de expresar sus ideas sobre la unidad y
pluralidad española con claridad y elocuencia ante 2.000
personas, dije para mí: ¡tate, al fin voy a poder hacer
realidad mi sueño!; que no es otro que el de ponderar lo que
diga.
Pero, una vez leído el discurso de nuestro alcalde, me
ocurrió lo que tan bien define este proverbio de Antonio
Machado: “Tras el vivir y soñar, está lo que más
importa: despertar”. Triste despertar el mío al saber que se
me había esfumado otra oportunidad para poner de relieve las
cualidades oratorias de quien está considerado por sus
fieles como un alumno aventajado de Castelar.
Inmediatamente, tras el desencanto que se apoderó de mí, al
no esperarme de él, de nuestro alcalde, ese grito
desgarrador de patriotismo que tan fuerte sonó en el
auditorio Miguel Delibes, pensé en confesarle mi
desilusión, mi decepción y una cierta frustración porque no
esperaba, en esta ocasión, que nuestro regidor volviera a
irse, una vez más, por los Cerros de Ubeda.
Mas ocurrió, desgraciadamente, la muerte de Luis Aragonés,
y le di prioridad a su necrológica, pese mis apetencias
apremiantes de mostrarle a nuestro alcalde muestras de
desagrado por no haber estado a la altura de las
circunstancias. Ya que a su discurso sólo le faltó el remate
de recordarnos que España sigue siendo “una unidad de
destino en lo universal”.
Sí, ya sé que sus devotos saldrán con celeridad para
destacar los sacrificios que hubo de hacer nuestro alcalde
para no sacar a relucir su vena lírica tan emparentada con
las cosas de la mar. Tampoco faltarán los que aludan a que
incluso se mordió la lengua a fin de no decirles a los
catalanes que él, de pequeño, bailaba sardanas en la plaza
de África y hasta que llegó a ser casteller…
Pruebas evidentes de que a edad temprana tenía metida en la
cabeza la unidad de España por encima de todo. Y por qué no
propalar que el Athletic había sido el equipo de sus amores,
antes de hacerse del Madrid y que renunció a ser socialista
porque se percató bien pronto de que eran federalistas.
En fin, que concluirán diciendo sus palmeros que a nuestro
alcalde no le quedaba otra salida que manifestar a voces su
patriotería. Y su amor desmedido por todas las regiones de
España desde el sur del sur. Así que no se olvidó, faltaría
más, de decirles a sus 2.000 compañeros de partido que los
esperaba a todos en Ceuta. La misma invitación que les hizo
a los componentes del programa de “Las mañanas”, de RNE,
cuando fue entrevistado, fechas atrás. Se nota, pues, que a
nuestro alcalde le sobra el dinero para hacer ostentaciones
en tiempos donde innumerables familias han tenido que ir
acortando gastos para poder comer y otras que ni siquiera
comen.
Y la guinda de su discurso consistió en manifestar su
absoluto sometimiento a quien manda en su partido: sus loas
a Mariano Rajoy son merecedoras de este otro
proverbio machadiano: “Ya hubo quien pensó: Cogito ergo non
sum. ¡Qué exageración!”.
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