Hace un mundo que no pego la hebra
con Fatima Hamed: diputada de Caballas a la que
siempre he mirado con cierta simpatía. Pero tengo la suerte
de leerla cada semana. Lo que me permite creer que forma
parte de todas esas mujeres que no son ni frágiles, ni
evanescentes, sino más bien robustas, duras ante el dolor, y
dispuestas a hacerle ver a los hombres que el viejo mito de
la Dama de las Camelias es cosa ya de tiempo muy remoto.
FM dedica su artículo del día 27, del mes que corre, a los
célebres misóginos. Sí, claro, todos ustedes saben qué es un
misógino. Pero por si alguien lo ha olvidado, me van a
permitir que se lo recuerde: misógino es persona que siente
aversión hacia las mujeres. Y lo primero que nos dice la
diputada es que le gusta leer las citas célebres sobre
mujeres. Aunque, inmediatamente, nos pone al tanto de la
gran indignación que la invade. Tanta, tanta irritación, que
se pone a refunfuñar. A manifestar su enojo y desagrado
hablando entre dientes.
Varios son los nombres relacionados con la misoginia que nos
ofrece FM en su artículo. Hombres que citaron acerca de la
mujer con maldad y odio. Y, como no podía ser de otra
manera, la diputada les dice a sus lectores que el
enfurecimiento se iba apoderando de ella a medida que los
iba mencionando. Vamos, que a punto estuvo de darle un
jamacuco.
Los malvados son los siguientes por orden de aparición:
Eurípides, Napoleón -tachado de acomplejado por FM, y
personaje admirado por nuestro alcalde-, Molièr, Oscar
Wilde, George Pompidou, William Faulkner y Gustave Flaubert.
A tan perversos misóginos les culpa FH de haber creado
escuela y de haber conseguido que el mundo esté atiborrado
de machistas que hacen gala de su odioso comportamiento. Y
lleva razón la diputada. No hay más que ver de qué manera se
expresaba un personaje perteneciente a una novela de Delibes:
“Lo que sucede es que tú, tú, y la totalidad de los hombres
y el noventa y nueve por ciento de las mujeres, en el fondo,
sois machistas y punto”.
Paul Valéry decía: “Hay tres clases de mujeres: las
fastidiosas, las fastidiantes y las fastidiadoras. Aquel
desagradable misógino no se equivocaba del todo- dice
Christiane Collange-, a juzgar por lo que dicen los
hombres. Por lo demás, cada una de esas tres categorías
provoca reacciones diferentes en sus compañeros. Las
fastidiosas hacen huir a los hombres. No siempre, porque
muchos no tienen valor para hacerlo. Pero a falta de darse
el piro, utilizan la escapada: horas suplementarias (aunque
no sean pagadas) en la oficina, lectura prolongada del
periódico, participación en actividades deportivas o
asociativas, sábados por la tarde pasados ante la pequeña
pantalla… o en brazos de otra dama.
Las fastidiantes son, por regla general, infinitamente mejor
toleradas. Se le conceden algunas circunstancia atenuantes.
Cuando se quejan de cargar con todo el trabajo, de no ser
ayudadas, de tener que ocuparse de los niños el domingo
mientras el señor se va de parrandas… En cambio, las
fastidiadoras vuelven a los hombres locos… de amor cuando se
cruzan en su camino. Generalmente son bellas, inteligentes,
ambiciosas, femeninas, liberadas sexualmente y dejan huellas
indelebles en los corazones que conquistan.
Como carezco de espacio en esta columna, le recomiendo a FH,
diputada de Caballas, que procure leer “No es fácil ser
hombre”. C. Collange, autora del libro, es feminista.
Feminista de verdad.
|