Sé muy bien que opinar de las
funciones que desempeña una mujer hace ya mucho tiempo que
es acción comprometedora y hasta peligrosa para cualquier
varón que se atreva. Tanto si el parecer es para premiarla
con ditirambos como si se le achacan errores de bulto. Hace
ya mucho tiempo que decirle a una mujer que ha metido la
pata hasta el corvejón, en cualquier tarea que desempeñe,
puede ser motivo suficiente para recibir muestras de
desagrado y hasta bronca acompañada de los más prestigiados
dicterios.
Pero uno, que adora a las mujeres, y detesta el machismo en
la misma medida que a las feministas que se sitúan en el
nivel masculino y usan sus mismas despreciadas armas, nunca
ha tenido el menor reparo, cuando la ocasión lo ha
requerido, de plantarles cara.
Sí, lleva usted razón, me consta que Yolanda Bel ha
pasado por este espacio en varias ocasiones, y hasta puede
que haya dicho antes lo mismo de ella… Y que me cae tan bien
como para que deseche usted cuanto antes que la tengo tomada
con la consejera. Pero estoy seguro de que nunca repito lo
que escribo con las mismas palabras. Y es así, no sólo por
respeto a mis lectores, sino porque YB, además de haber
venido interpretando hasta ahora, perfectamente además, el
papel de Belinda -mejor incluso que la adorable
Jane Wyman, en su día-, ahora estamos descubriendo que
si hacerse la muda es para ella cosa de coser y cantar, más
fácil le resulta hacerse la sorda con tal de no querer oír
lo que viene aconteciendo a su alrededor.
La consejera de Presidencia, Gobernación y Empleo, portavoz
actual por enfermedad de un compañero, amén de presidenta de
su partido, ha dado en la manía de hablar poco, poco es
nada, y de poner la cara de mujer que desconoce cualquier
problema de los que se vienen suscitando en organismos que
están bajo su dominio.
Delante de mí, sobre la mesa donde trabajo, tengo abierto
este periódico, con fecha de sábado, por la página donde se
tacha de ridícula la actuación de YB, como portavoz, tras el
Consejo de Gobierno. Y ninguna falta hace tenerle fobia a la
consejera, que no es mi caso, para decirle que lleva ya
mucho tiempo, muchísimo, pegando un petardo de mucha
consideración. Que es lo último que a quien escribe le
hubiera gustado decir en voz alta.
Mire usted, consejera de tantas cosas y todas importantes, a
mí me parece justo que como imputada, todavía, se aferre
usted a no decir ni pío de un asunto tan desagradable,
porque esa es la consigna que le habrá dado quien decide
todos los comportamientos de los miembros del Gobierno al
que usted pertenece como actriz principal. Por tal motivo,
nuestro alcalde decidió acompañarla a la cita judicial, tal
vez pensando que su sola presencia en los juzgados era más
que suficiente para evitarle a usted un posible paseíllo
infernal. Como si él no supiera que el PP tiene tan
abundante clientelismo en la tierra como para que semejante
hecho no se produzca jamás. Si bien sabe usted, aunque deba
repetirme, que mi parecer es que “los políticos honrados se
quitan de en medio cuando cae sobre ellos la sospecha”.
Ahora bien, lo que no entenderé nunca es que también le
hayan dicho que haga usted oídos sordos a lo ocurrido en
RTVC y en cómo han sido liquidados los gerentes de las
sociedades municipales. Y, ante orden tan categórica, a
usted no le haya quedado más remedio que seguir haciéndose
la sueca. Por cierto, más quisieran muchas de ellas lucir su
palmito. A mandar, señora…
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