La cuestión viene de lejos.
Divulgar ciencia nunca ha sido fácil. Un eterno problema sin
resolver. A veces, se olvida que una sociedad avanzada como
la actual, precisa del conocimiento científico y técnico
para seguir desarrollándose. No podemos olvidar además que
los investigadores, como personas doctas y creativas,
impregnan a las sociedades democráticas de unos valores de
pensamiento necesarios para el discernimiento ante el
asombro de los hechos. Evidentemente, la humanidad no habría
alcanzado este grado de desarrollo si no se hubiese
transmitido de generación en generación esa capacidad de
contemplar, de ver más allá, y de admirarse ante la realidad
que nos circunda.
Indudablemente, se precisan personas de ciencia que activen
la esperanza, la ilusión por profundizar en el conocimiento
de los múltiples contextos. Precisamente, ante los diversos
campos del saber, entiendo que la educación actual debe
orientarse hacia la búsqueda, que no es otra cosa que
investigar, descubrir, imaginar. Quizás tengamos que enseñar
menos y dejar aprender más. En ocasiones, precisamos
experimentar por nosotros mismos la realidad para comprender
lo que somos y hacia donde queremos caminar. Desde luego, la
inversión científica no puede devaluarse por mucha crisis
que tengamos. Sería retroceder como civilización. No
olvidemos que el progreso del conocimiento científico ha
venido a ser el motor de un progreso cultural universal, y
que ha sido la gran esperanza.
En este sentido, fruto de la motivación hacia la cultura
científica, podemos ver la vida con otras lentes, con otras
luces, con otras sensaciones en definitiva. A mí,
personalmente, me estimula que este conocimiento científico
se haga accesible al público en general, ya sea con
documentales, de manera mágica o a través de artículos en
periódicos. Al fin, lo que cuenta es que el receptor se
asegure de lo sucedido o simplemente se entere de lo que ha
pasado. Por eso, creo que se precisan verdaderos
divulgadores de ciencia, que popularicen el conocimiento
científico, como en otro tiempo lo hicieron el famoso
naturalista y divulgador ambientalista español Félix
Rodríguez de la Fuente o el explorador francés e
investigador que estudió el mar y las diversas formas de
vida conocidas en el agua, Jacques-Yves Cousteau. La
responsabilidad de esta ausencia, pienso, que es tanto de
los medios de comunicación como de la comunidad científica y
universitaria. Unos y otros han de abrirse más para
entenderse mejor.
Asimismo, tenemos que celebrar y reconocer, porque es de
justicia ser agradecidos, las contribuciones científicas en
áreas como la lucha contra el cambio climático, el
mejoramiento de los servicios de salud, la seguridad
alimentaria, el saneamiento y el desarme. Sin embargo, con
demasiada frecuencia los responsables de formulación de
políticas desconocen las soluciones que aportan la ciencia y
la tecnología moderna a los retos que se nos avecinan.
Además, una proporción muy grande de ciudadanos permanece al
margen de los avances científicos, en parte por esa falta de
difusión en los medios de masas. Igualmente, tenemos la
responsabilidad de proteger a toda la humanidad de la
aplicación con fines destructivos de los avances y los
recursos científicos, principalmente trabajando en pos de un
mundo sin armas nucleares y frenando la proliferación de
otras armas de destrucción masiva. Por ello, este puente de
la ciencia entre lo visible y lo invisible, es tan necesario
como preciso, siempre y cuando se dirija a tranquilizar a
toda la humanidad, máxime en un momento de tanta violencia
en el mundo como el actual.
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