De haber nacido en el medioevo,
seguramente habría sido el mejor vendedor de “indulgencias”.
Por su labia, Juan Luis Aróstegui hubiera brillado como
charlatán, autorizado por el papado medieval. Actualmente,
Aróstegui sigue haciendo de todo, como siempre, trabajando
en muchas cosas a la vez, y convencido de que su
privilegiado caletre le permite saberlo todo acerca de todo.
Así que se pavonea entre sus íntimos de ser el mejor de los
profesores, el más destacado político, el no va más de los
sindicalistas, sobresaliente escritor, enorme contertulio…,
y hasta de tener en un puño a nuestro alcalde.
Aróstegui se jacta, entre bastidores, de ser la persona más
influyente de la ciudad. Ya que se siente el centro del
triunvirato formado por Juan Vivas y Mohamed Alí.
Y no se cansa de repetir que, cuando a éstos les llegan las
ideas, a él ya le ha dado tiempo a convertirlas en realidad.
Y, cuando larga así, nos recuerda mucho a don Manuel
Fraga. Del que se decía que tenía el Estado metido en la
cabeza. Aunque el hombre más inteligente de Ceuta, en
cambio, suele usar su cabeza nada más que para defender sus
intereses.
Y fue en diciembre cuando nuestro destacado vendedor de
“indulgencias”, al darse cuenta, según él, de que el PP
estaba dispuesto a cargarse todas las sociedades públicas,
lo primero que hizo, ante la impasibilidad de Vivas y Alí,
ambos tocados de un ala y sin saber qué hacer, fue coger el
toro por los cuernos y ponerse al frente del proceso de
integración de las sociedades en organismos autónomos. A fin
de que setecientos empleados no se convirtieran ya en
parados de por vida. Aunque en el empeño hubiera de poner a
CCOO al frente de la reforma, amén de llevarse al huerto a
los otros sindicatos.
Ahora nos sale diciendo que a nadie le quepa la menor duda
de que él sabía que la reforma era ilegal por los cuatro
costados. ¡Faltaría más que tan grande charlatán hubiese
dicho lo contrario! De haberse expresado así, habría
reconocido un desconocimiento supino de la cuestión. Lo que
hubiese dañado su imagen de lumbrera que se viene
adjudicando desde que vestía pantalón corto. Pero para el
caso es lo mismo: ya que llevado por su deseo de mitinear en
cuanto le ponen un micrófono por delante, nos permite darnos
cuenta de sus posibilidades reales.
Las posibilidades reales de Aróstegui son las que son; o
sea, las de hacer de la política el arte de vivir más que
bien y de contarnos cada día el cuento del alfajor,
procurando hacernos olvidar que si las empresas municipales
necesitan reformas es porque él las estuvo usando durante
los años que hizo del nepotismo su mejor banderín de
enganche al PSPC. Precisamente, y conviene recordarlo,
siendo JV director general de Procesa, mediante dedazo suyo,
y con el beneplácito del principal dirigente de otro partido
local cuyo mayor logro fue convertir sus calles una pista de
patinaje para que los traumatólogos hayan tenido desde
entonces trabajo a tutiplén.
Aróstegui (que de haber nacido en el medioevo, cuando el
papado medieval autorizaba a los charlatanes para pedir
“indulgencias”, habría sido el más destacado de todos ellos)
ha rematado su declaración a los medios, anteayer, con la
siguiente revolera: Yo no le hago oposición al gobierno
local. Y ha dicho la verdad. Aunque a buenas horas mangas
verdes ha reconocido que viene gobernando con Vivas y Alí.
Pero nunca es tarde…
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