El presidente del Gobierno, de
quien se dice que los periodistas le producen urticaria –con
la excepción de Francisco Marhuenda: director de ‘La
Razón’ y heraldo suyo en todas las tertulias radiadas y
televisadas-, se ha decidido salir al paso de dudas y
rumores con una amplia declaración pública acerca de los
problemas principales del país, lo cual es siempre de
agradecer.
Máxime tratándose de él, que tiende siempre a encerrarse en
una máscara de silencio que quizá pueda ser útil para el
Gobierno, para su partido y para los votantes populares que
no necesitan meter el dedo en la llaga a fin de creer en su
presidente. Comportamiento que también nos sirve a los demás
para confundirnos tanto como para abonarnos al resbaladizo
terreno de pensar que Mariano Rajoy no cesa de
engañarnos.
La declaración pública del presidente del Gobierno ha sido
realizada mediante una entrevista llevada a cabo por
Gloria Lomana; veterana periodista y actualmente
directora general de Antena 3 Noticias. Y las preguntas,
pese a que estaban pactadas, pues pensar lo contrario sería
pecar de alma cándida, fueron respondidas de modo y manera
que nos hace concederle el mínimo crédito al presidente.
Uno de los puntos abordados es el incumplimiento de sus
promesas electorales. Y al buen hombre no se le ocurre decir
nada más y nada menos que si bien no ha cumplido con sus
promesas si lo ha hecho con su deber. Y se queda tan pancho.
Ya que responde convencido de que el engaño, como ya dije
días atrás, detestable en otras actividades, en la política
es laudable y glorioso, y hasta merecedor de las alabanzas
que recibe quien obtiene el poder por la fuerza.
En lo tocante a la infanta Cristina, verdad es que todas las
cartas constitucionales dignas de respeto incluyen, en su
letra o al menos en su espíritu, las necesarias garantías
evitadoras de que ningún ciudadano, bajo ninguna
circunstancia, pueda verse arrollado en sus derechos básicos
y elementales; entre otros, la presunción de inocencia, el
juicio justo, la pena proporcional al delito y las
condiciones dignas en que haya de cumplirse.
Aunque luego sería absurdo no reconocer que existen
privilegios. Y la infanta ha disfrutado de ellos y seguirá
disfrutándolos. Al grano: por más que el presidente del
Gobierno deba respeto a la Familia Real, sobraba el “Yo
estoy convencido de la inocencia de la infanta Cristina”.
Así como que “No debería renunciar a sus derechos”. Pues se
ha expuesto a que se le considere un “lacayo genético”. Que
así llamaba Emilio Romero a quienes le hacían la ola
al Rey.
Por cierto, bien haría el presidente del Gobierno, por más
que haya dicho muchas veces que él es nada más que lector de
los periódicos deportivos, en hacer una excepción y leer el
artículo, titulado “Amor o codicia”, escrito por Elvira
Lindo en “El País”. Todo antes que intentar por todos
los medios que la Familia Real no salga dañada aunque sea a
costa de que la balanza de la Justicia quede tan maltrecha
como desairada. Y expuesta, por tanto, a los malos vientos
que vienen soplando desde todos los rincones de una España
harta de estar sometida no sólo al yugo de los más ricos,
sino también al de los privilegios por parte de quienes
copan las instituciones. En fin, que la entrevista de Gloria
Lomana a Rajoy no ha servido para nada. Bueno, sí, ha
servido para afirmarnos más en la idea de que nuestro
presidente nos ha mentido porque era su deber hacerlo. Y,
encima, querrá que lo votemos.
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