La reordenación del sector público
empresarial, con los riesgos reconocidos en Pleno, pudo
haber desencadenado tal hecatombe que podría haber acabado
con la carrera política de Juan Vivas. Si 700 trabajadores
hubiera quedado en la calle, ¿hubiera soportado eso el
Gobierno de la Ciudad? ¿Hubiera sido Ceuta el Gamonal
burgalés? Este hecho da una dimensión exacta de dónde pendía
la suerte de Vivas: de un finísimo sustento que pudo derivar
en algo de dimensiones imprevisibles. El mismo matemático
que pulverizó las Ciencias Exactas cuando ayer en Pleno dijo
que “dos más dos no siempre son cuatro”, en perfecta
simbiosis con su “vicepresidente” en la sombra, que tuvo la
desfachatez de decir que su partido no es de oposición sino
de gobierno, en una abstracción mental al absurdo, al
olvidarse que cuando al PSPC se le hicieron multitud de
ofertas de coalición de Gobierno, siempre decía Aróstegui
que los votos de los ciudadanos le querían en la oposición.
La credibilidad de esas mentes que creíamos privilegiadas
está por los suelos. ¿Alguien se pregunta cuánto ha costado
ese cambio de rumbo: antes de sociedades municipales a
organismos autónomos y ahora otra vez a sociedades
municipales? Un trasiego perverso en el que el propio Vivas
reconoce en público que, si no hubiera habido recursos,
habría mantenido el tipo aunque reconoce la ilegalidad que
suponía. Su adversidad ha sido porque aún por ahí, todavía
existe alguna funcionaria que él ha arrinconado y que sabe
bastante más de legislación que quien asesora al propio
presidente. Y mientras Aróstegui, utilizando símiles
futbolísticos sobre que la mano en el área que no siempre es
penalti. ¡Menudo gol nos iban a meter!
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