Tras la irrupción del 15M, y sin
contar el habitual ejemplo de la lucha minera, creo que no
me equivoco si digo que fueron Ada Colau y las gentes de la
PAH los primeros en ganarle, a través de la movilización y
la indignación orientada hacia algo concreto, un pulso al
poder, consiguiendo poner el debate sobre los desahucios y
el abuso de los bancos encima de la mesa. Los héroes de los
servicios de limpieza madrileños serían los siguientes en
mostrarnos el camino. Y hoy, la llama de la justa
desobediencia nos lleva hasta una zona de Burgos.
Los vecinos del barrio del Gamonal han logrado que su
alcalde paralice definitivamente las obras valoradas en ocho
millones de euros que pretendía llevar a cabo para beneficio
de un conocido constructor de dudosa reputación. Antonio
Miguel Méndez Pozo es el nombre de este hombre de negocios,
quien ya fue a parar con sus huesos a prisión hace unos años
y que, al parecer, sigue mandando más que nadie y creando
opinión a través del principal periódico de la ciudad, una
de las propiedades del cacique. La gente que se ha echado a
la calle para protestar contra la especulación y el lucro
privado a costa del dinero público nos enseña que los
cambios son posibles si se tiene constancia, unidad y ánimo
de lucha. Y también, aunque le moleste a los puritanos
ultradefensores de la legalidad injusta, alguna que otra
legítima barricada. Las cosas claras.
Dejando claro mi apoyo incondicional a la lucha burgalesa y
mi alegría por su victoria, creo que lo sucedido estos días
también debería hacernos reflexionar. El Partido Popular
disfruta de mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Burgos y
al parecer concurrió a las elecciones con el proyecto de las
obras en su programa. Sin duda, son muchas las
circunstancias que hacen que un pueblo vote a sus verdugos,
desde unos medios de comunicación copados por quienes están
interesados en mostrar A o B como las únicas opciones
políticas posibles, hasta una coyuntura política excepcional
como la que vivimos en nuestro país durante las últimas
elecciones municipales y autonómicas. Sería una simpleza
decir que el Partido Popular ocupa la mayoría de alcaldías
del país porque la mayoría de ciudadanos comparten sus
reaccionarios valores. Aunque también es verdad que a la
población española la han hecho bastante reaccionaria.
Si bien es cierto que no se puede culpar a una ciudadanía
desesperada y golpeada por el paro y la miseria, no es menos
cierto que deberíamos hacer un examen de conciencia y
comenzar a hacer algo por combatir esa falsa idea que asocia
progreso con cultura del pelotazo, mafiosos y grandes obras
faraónicas. En Burgos, la gente ha votado a ese partido que
sufren, al igual que los valencianos continúan votando a una
panda de sinvergüenzas, imputados y corruptos y los ceutíes
siguen pasivos ante un Gobierno que nos mantiene a la cola
de todos los rankings sociales del Estado. Un Gobierno, el
de Ceuta, que saca beneficio de una pasividad política
ciudadana que eleva la abstención a más de un 40% .Un
Gobierno al que también le va eso de la ostentación. Al ver
a la gente humilde de Gamonal protestar, no podía dejar de
pensar en el parecido de su situación con el debate que
suscitó hace unos meses la iniciativa de los de Juan Vivas
de iniciar las famosas obras de La Marina. Eso sí, allí los
vecinos salieron a la calle y pelearon; aquí, la gente no
sale por nada. Parece que esa cultura del pelotazo está bien
incrustada en la mentalidad caballa. Joder, ¡si hasta el GIL
ganó aquí unas elecciones! Seguro que el diputado Francisco
Márquez lo recuerda. Que le pregunten.
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