En un actuación sin precedentes, como también lo ha sido la
conducta de los funcionarios que han volteado el proceso de
la reestructuración del sector público empresarial, el
presidente de la Ciudad Juan Vivas ha situado las
identidades de los “causantes” de esta afrenta
público-administrativa, en el paredón del Boletín Oficial de
la Ciudad y el pasado viernes, todo el pueblo pudo conocer
los nombres y apellidos de aquellos que han osado dejar con
sus posaderas al aire a Juan Vivas.
De esta manera, como si se sacara a la plaza pública a un
grupo de malhechores, estos “atrevidos” funcionarios que han
demostrado superior capacidad que los adláteres de Juan
Vivas, esos “pelotas” oficiales dispuestos a firmar informes
a medida, les han dejado en precario y con la evidencia de
que el proceso de reordenación del sector público
empresarial, tenía más agujeros que una zarabanda. Y
haciendo aguas por todos sitios, escaso futuro podía tener,
como tal ha sido. Luego se querrá poner el foco de las
diatribas en unos cuantos que han demostrado ser más
avispados y preparados que aquéllos que llevaron a Juan
Vivas por el camino equivocado y le han hecho fracasar.
Sin embargo, no es de recibo hacer, por ejemplo una defensa
a ultranza del Interventor y descubrir las identidades de
quienes han sido tan escrupulosos, honrados y preparados, de
descubrir y descubrirnos, los fallos de un proceso que ahora
con la anulación.
Juan Vivas, funcionario ejemplar, defensor siempre a
ultranza de sus compañeros, ha demostrado en esta
oportunidad menos protección para sus funcionarios, y a
todos nos queda la duda si ha sido por llevarle la contraria
o porque su doble moral le conduce a distinguir entre
funcionarios afines y los que no lo son, a quienes trata
como “apestados”.
Desde un punto de vista sensato, lo que no puede tenerse es
a funcionarios válidos, preparados, de intachable
trayectoria, en situación postergada, marginada
(laboralmente), al sin aprovechar sus potencialidades como
tal y, para sarcasmo sean ellos, precisamente, los que han
protagonizado los recursos que dieron al traste con las
pretensiones de Juan Vivas, una vez más, catastróficamente
mal asesorado.
El empecinamiento de Juan Vivas por rodearse de la
mediocridad le ha supuesto no pocos disgustos y
contrariedades. Y así le va, o no aprende o es
verdaderamente masoquista y gusta de mortificarse con el
flagelo de golpes administrativos de toda índole.
Un Gobierno tan zozobrante, tan desasistido en cuanto al
asesoramiento, es propicio a la equivocación y aunque todos
tenemos el sagrado riesgo de equivocarnos, si encima, a
conciencia, no nos dejamos asesorar, pues la situación no es
que sea grave, sino de una estulticia atroz, de torpeza
infinita y de despropósito continuo.
Con estas actuaciones, bien puede decirse que este Gobierno
no es que juegue al despìste, es que, sencillamente, lo hace
para enviarnos a todos al psiquiatra, al decir una vez una
cosa y al poco, la contraria con idénticos argumentos lo que
conlleva una enorme dosis de necedad: su estulticia radica
en no querer aprender (de los errores). Y un Gobierno que
hace de la ignorancia su fórmula de actuación es el
desencadenante más disparatado de cómo ejercer con los
peores instrumentos, el poder que el pueblo le ha delegado
para la gestión política.
Si ahora su mezquina venganza es poner en la diana de la
opinión pública y de la oficialidad del Boletín de la Ciudad
a un grupo de funcionarios que protagonizaron los recursos
contra el proceso de la reordenación del sector público
empresarial, su sentido de la responsabilidad y de respeto
hacia el sector funcionarial deja mucho que desear y da
bastante (mal) que pensar.
Si el mensaje bíblico hablaba de que “por sus hechos les
conoceréis”, Juan Vivas ya sabemos como se las gasta y deja
su impronta muy clara: está más que visto cómo se prodiga,
con aquéllos que no le ríen las gracias.¡Al paredón o al
Boletín Oficial de la Ciudad!
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