Nuestro alcalde ha manifestado que
no procede llevar a cabo la nueva estructura de las empresas
municipales. Después de tanto alardear de que la reforma no
tenía vuelta de hoja, sale ahora diciendo que nones.
Pero lo malo de que se haya retractado nuestro alcalde es,
sin duda alguna, que deja a setecientos empleados sumidos en
la duda a la que los aboca una situación de precariedad. Una
situación insegura e inestable, que les causará malestar a
casi todos ellos. Una especie de distonía neurovegetativa
propiciada por un estado de nervios insoportable.
Así que lo primero que se impone es pedir a gritos que los
puestos de trabajo sean respetados por encima de todo. No
vaya a ser que nuestro alcalde decida salir a palestra,
dentro de unos meses, para anunciar, con gesto compungido,
que no es posible seguir manteniéndolos. Y se arme entonces
la de Dios es Cristo.
Tras el correspondiente introito, sumamente necesario,
conviene recordarle a nuestro alcalde que si rectificar es
de sabio, tampoco es menos cierto que errar muchas veces es
fiel demostración de una evidente falta de preparación por
parte de alguien como él que yerra a cada paso. Los errores
de nuestro alcalde han sido ya muchos. Sí, ya sé que
cualquiera de ustedes me puede responder que ello se debe a
que lleva ya tantos años dirigiendo los destinos de esta
ciudad que no se le deben achacar los casos en los que ha
metido la pata hasta el corvejón.
A nuestro alcalde, que tiene más tonterías que un mueble bar,
hay que recordarle que nunca le ha cuajado ningún proyecto
ni como funcionario ni como primera autoridad. Que todo lo
que toca lo echa a perder. Y qué decir de su mal bajío: es
tan palpable que hay quien dice que está superando a Luis
Yáñez; socialista tachado de manzanillo. Transmisor de
mala suerte para los demás y que, sin embargo, a él no le
afecta nunca.
Los errores de nuestro alcalde han sido muchos y muy
sonados. Pero él siempre tiene la respuesta adecuada para
eludir responsabilidades. Lo de Urbaser, por ejemplo, lo
tacha como una minucia por la que ni siquiera merece la pena
pedir perdón. Y mucho menos hacerles caso a quienes
arremeten contra él por resentimiento y porque ya no
participan de la sopa boba que él reparte a discreción entre
quienes le son fieles y le dicen a mandar, don Juan, que
para eso estamos. Agachando la cerviz si es necesario.
Don Juan se ha convertido, gracias a sus mayorías absolutas,
en alguien que hace y deshace en a su antojo. Que ordena y
manda, como si fuera el dueño de una ciudad en la que muchos
de sus habitantes andan sumidos en la duda que los voceros
de nuestro alcalde le han inoculado: “Sin él la ruina más
absoluta se adueñará de esta tierra”. Y mediante ese lema
tratan de ayudarle a tapar su malísima gestión.
Volviendo a la marcha atrás que ha dado nuestro alcalde en
relación con la reforma de las empresas municipales,
conviene decir cuanto antes que Caballas ha participado de
ese fracaso. Pues Juan Luis Aróstegui ha estado
siempre enterado de todo y hasta ha participado activamente
en todo lo concerniente a un asunto que ha salido
trasquilado. En fin, sólo nos queda volver a insistir: lo
primordial es que ningún empleado pierda su puesto de
trabajo. Aunque no conviene olvidar que están todos en
precario.
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