Las actuaciones de este Gobierno
de la Ciudad parecen un desatino constante. Las reiteradas
“marchas atrás”, no pueden interpretarse de otra manera
distinta a la zozobra, al error continuo, al no aprender de
los fracasos y, en definitiva, a los hechos sucesivos de
fallos clamorosos. No basta en estos casos con rectificar,
porque con tal sucesión de fracasos, ya no cabe hablarse de
que es de sabios la rectificación sino de tontos, porque la
torpeza permanente nunca puede considerarse una reflexión
para rectificar sino un síntoma característico de quien o
quienes no dan más de su capacidad.
No se entendería de otra manera cuando, con todos los
técnicos de la Administración local a su servicio, se pueden
cometer errores de tal calibre que uno, dos o tres
funcionarios, son capaces de “sacar los colores” a un
Gobierno inútil como ha sucedido en la reestructuración del
sector público empresarial. Y no cabe recurrir o escudarse
en el precio político que se paga por tanto “desgaste” en
forma de errores, porque en política, el precio sólo se paga
en forma de dimisión o cese. Otra cosa será el desprestigio
ciudadano a tanto desatino o a la credibilidad de la
institución.
En este Ayuntamiento, nadie es capaz de asumir ni hacer
pagar la responsabilidad que conlleva tanta
irresponsabilidad. Se han dado casos de todas clases y
“marchas atrás” reiteradas tras proclamas solemnes de
excelencias que luego no resultaron ser tales: remodelación
de la Marina, los pagos indebidos a Urbaser por la
amortización de los camiones, la reestructuración del sector
periférico y tantas otras... ¿Cuál será la próxima “marcha
atrás”? Estamos ante un Gobierno que da bandazos, sin
crédito, sin criterio, incapaz de mantener la coherencia y
una línea de actuación clara. Un Gobierno lleno de errores
que terminamos pagando los ciudadanos.
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