Esta suele ser la respuesta en
forma de pregunta que muchos formulan tras escuchar algunas
de las propuestas de economistas críticos, politólogos,
juristas o intelectuales contrarios a las políticas de
ajuste duro. Suele ir acompañada de otra: “¿Es que son malas
personas nuestros gobernantes?” La respuesta a ambas
preguntas, aunque podría simplificarse, es compleja.
Antes que nada, debemos partir de la premisa de que quienes
llegan al Gobierno no llegan por ser los mejor preparados,
sino porque a los poderes que realmente mandan les interesa
que lleguen ellos. González, Aznar, Zapatero o Rajoy no son
fieles servidores populares que se vuelven crueles al llegar
a Moncloa. Ellos, al igual que Merkel o Cameron, gobiernan
por ser los candidatos del poder. ¿Y cómo consigue ese poder
que votemos a “sus” candidatos? Pues porque maneja todos los
dispositivos de creación de imaginario y argumentario.
El franquismo sociológico, por poner un ejemplo, es producto
de cuarenta años de franquismo, al igual que tenemos
interiorizado, algunos más que otros, el machismo, la
homofobia o el prejuicio racial. ¿Son “normales” estos
sentimientos? No, son producto de una forma “normalizada” de
entender la vida, de unos valores necesariamente asumidos
para posibilitar la permanencia de un determinado sistema.
Es lo que siempre se ha conocido como “hegemonía”, un
“sentido común” instalado a través de una “superestructura”
que podría definirse como el conjunto de elementos sociales
(religión, arte, formas jurídicas, ocio, etc.) que
construyen y determinan nuestra forma de pensar. Lo dijo un
genio llamado Marx: “El Estado es el procedimiento por el
que la clase económicamente dominante se convierte en clase
políticamente dominante”. Votamos a piratas porque vivimos
en una sociedad de valores piratas. Sólo hace falta echar un
vistazo al currículum de nuestros ministros: miembros del
Opus Dei, directivos de empresas de armamento y bancos,
accionistas de grandes multinacionales y hasta algún
implicado en casos de corrupción. Sirven a sus dueños.
De esta forma, creo que se responde a la primera pregunta:
no lo hacen porque son los capataces de aquellos a los que
no les conviene que se haga. Ahora bien, ¿acaso es que son
malos? Bueno, habrá de todo. Tal vez Soria sea más buena
gente que Montoro e igual Wert es más “cabroncete” que Báñez.
En el fondo, es irrelevante la honestidad o deshonestidad
personal de cada uno. El comportamiento humano, y más aún el
de un dirigente político, no puede explicarse de una forma
tan simple. ¿Era mala toda la sociedad alemana de los años
30? ¿Eran malos todos los que lucharon en el bando de Franco
durante la Guerra Civil? Pues no. Seguramente, muchos creían
que de verdad hacían lo correcto y luchaban por algo digno.
Puede que el Gobierno crea que recortando, aumentando las
diferencias entre ricos y pobres y reduciendo los derechos
civiles y sociales, España saldrá a flote. Creen en los
dogmas neoliberales que sumieron a América Latina en lo
conocido hoy como “ la década perdida”. ¿Lo creen porque son
tontos? No, lo creen porque, como hemos dicho, el poder
económico controla todos los dispositivos creadores de
imaginario. En las facultades de Economía se explica, sobre
todo, economía de mercado. Los politólogos críticos
denuncian que en las de Ciencia Política se abunda demasiado
en parcelas como la teoría del Estado o los sistemas
electorales, despreciando temas cruciales como la creación
de ideología, el mantenimiento del poder o la influencia de
unos medios con intereses económicos que siempre apostarán
por partidos políticos que no supongan un peligro para su
estatus. Creo que fue Noam Chomsky quien le dijo a un
entrevistador de un gran medio que “los grandes medios
tienen una ideología”, a lo que el periodista le contestó si
insinuaba que a él le decían lo que tenía que pensar. La
respuesta del lingüista fue algo así: “Yo no le digo que a
usted le obliguen a pensar como piensa; le digo que si de
entrada no pensara como piensa no trabajaría aquí”. Con los
gobernantes pasa igual. Tienen la ideología permitida para
gobernar. Y por eso gobiernan. Por eso son financiados y
tienen una publicidad que jamás tendrán partidos pequeños
con un discurso opuesto.
Por supuesto, siempre hay excepciones y a veces surgen
grietas. Empiezan entonces las campañas mediáticas para
infundir miedo en la sociedad. Le ocurrió al partido
anticapitalista Syriza en Grecia y lo vemos en el
tratamiento de la información sobre Latinoamérica. Chávez,
Correa o Evo Morales son tres casos en los que se votó a un
candidato incómodo para los poderes no democráticos que de
verdad gobiernan. Las campañas mediáticas contra Venezuela,
Ecuador y Bolivia han sido y son brutales. Si Maduro, el
actual dirigente venezolano democráticamente elegido, lleva
a cabo el programa con el que concurrió a las elecciones,
los medios generales le llaman dictador. Este tipo de
estrategias, junto a los sabotajes económicos y los Golpes
de Estado son siempre reacciones de un poder que se ve
amenazado. Que se lo pregunten a Allende, Arbenz, Zelaya,
Mossadeq, Goulart, Lumumba, Bosch, a las víctimas italianas
de la Operación Gladio o a los 180.000 republicanos
españoles que aún siguen en tantas cunetas de nuestro país.
El jurista, doctor en Ciencia Política y Premio Nobel
Alternativo, Joan E.Garcés explica magistralmente esta
realidad en su obra “Allende y la experiencia chilena. Las
armas de la política”. Lectura recomendada.
Para terminar, sólo diré que no creo que cuando Sudáfrica
implantó el apartheid, aquellos que plantaron cara perdieran
demasiado tiempo en preguntarse por qué sus gobernantes les
robaban sus derechos. Me dan igual los motivos por los que
el Partido Popular prefiere cerrar escuelas en vez de hacer
una reforma fiscal, o congelar las pensiones en lugar de ir
a por las SICAV, o privatizar la Sanidad en lugar de hacer
una auditoría de la deuda, o realizar una amnistía fiscal en
vez de nacionalizar grandes empresas que no tributan. Son
medidas que jamás podré justificar. Con eso me basta para
buscar alternativas.
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