Han llamado por teléfono. En un principio, me despisté, no
reconocía su voz, pues habían pasado años sin que ambas
amigas tuviéramos algún contacto, y para ser sinceros, no
esperaba esta llamada. Me sorprendió su voz armoniosa y
firme. Pasaron unos instantes de despiste y al fin
reaccioné. ¡Cómo no saber quién era, cómo no reconocer su
voz después de vivencias pasadas en otros años ya lejanos!
Quedamos en vernos al día siguiente y desayunar juntas, pues
había que sentarse y recapitular sobre diferentes aspectos y
circunstancias que nos habían sucedido por separado.
Llegaron a casa algunas amigas. Ellas estaban ahora conmigo,
valientes mujeres que al contar sus historias personales, de
lucha, esfuerzos y dificultades, había que descubrirse ante
lo que con tanta determinación y constancia habían sorteado,
para llegar al momento actual en el que se encontraban, de
equilibrio emocional y laboral.
Eran artistas en la absoluta comprensión del término. Ellas
tenían un torrente de voz, que nadie sabe aún de dónde
brota, dejando el pabellón-surtidor en un concepto alto y
amplio del término.
Eran artistas autodidactas, que con tesón, con esfuerzo y
altanería, consiguieron en su momento lo que se habían
propuesto: cantar; ser reconocidas a nivel ciudadano como
cantantes de gran valía y calado. Lo que ocurre, y todos lo
sabemos bien, es que es muy difícil ser madre de familia,
contar con pocos recursos económicos y convertirse a su vez,
en una consagrada artista que trascienda las fronteras que
aquí en Ceuta, nos separan muchas veces, o casi siempre, de
las ventajas a nivel peninsular. Ese es el hándicap que
debemos pagar todos los que vivimos en esta preciosísima
ciudad, queriendo por un lado residir dentro de sus lindes,
y no siendo, por otro, en la mayoría de los casos,
“reconocidas por estas autoridades culturales que no tienen
categoría suficiente para lidiar este “toro” que es la
Cultura en todas sus facetas”, según me comentan .
Quise escuchar su problemática actual por lo que apresuré mi
café para atenderlas como ellas se merecían.
Piensan que en la ciudad, la Cultura y el Arte se están
dejando de lado, como si no valiéramos para nada. Estamos
cansadas de escuchar en la Consejería, “no hay dinero”.
Consideramos que el dinero está mal repartido, pues por
ejemplo, existe una subvención de dieciocho mil euros para
la Asociación de la Copla, de la que se benefician unos
cuantos y el resto de los cantantes no tienen participación.
Y si quieres llevar a cabo un Festival de la Copla y del
Flamenco, ahí está también la Tertulia Flamenca, como nos
suelen decir. Para ser sinceras creemos que este dinero está
muy mal distribuido. Muchos artistas se han borrado de este
círculo, aburridos de que, quizás sin querer, no se haya
obrado bien, porque es posible que no haya existido una
buena coordinación en el funcionamiento, de tal manera que
se hubiera podido estar en el interès de que todos los
cantantes, ¡todos!, se hubiesen beneficiado de las ayudas.
Hay que clasificar y dejar claro, a aquellos que tienen
verdaderas cualidades y están ya preparados para el cante, y
los que deben permanecer aùn en la “cantera” de la formación
para llegar a ser un buen profesional, preparados para una
directa participación en el escenario.
En este caso, estamos en desacuerdo con Festejos. Las
personas que llevan este entramado, no son las idóneas para
su cometido, pues carecen de sensibilidad, son superficiales
y no tienen ideas para un asunto en el que se necesita una
creatividad y dedicación.
O te pagan cien euros, en una actuación, que al cabo de tres
meses recibes el dinero, o te invitan a una cena a cambio de
tu trabajo. “Creo que existe descoordinación en la
consejería cuando se mezclan artistas no acordes dentro de
un mismo estilo Por ejemplo, el Flamenco con el Heavy”, me
comenta una de mis amigas. “No es serio, ni correcto, ya que
el público se desconcierta y le crea malestar. Da la
sensación de que nos encontramos en un triste desamparo”.
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