Después de catorce días sin pisar
la calle, por alifafes invernales, hoy jueves, cuando
escribo, he vuelto a darme mi paseo por el centro de la
ciudad. Y he tenido la oportunidad de enterarme de la
inquietud que están viviendo los empleados de las sociedades
municipales. Asunto harto peliagudo y complejo. Porque, como
bien me dice un afectado, nadie se fía de Juan Vivas.
Y quien así se manifiesta es, precisamente, uno de los
muchos empleados que consiguieron serlo mediante la
dedocracía. Sistema de nombramiento a dedo que le debe a
Juan Luis Aróstegui. Y del que habla más que bien a la
par que me expresa sus quejas por el maltrato que, según él,
le dispenso.
Tras pronunciarse así, no me cabe más que preguntarle las
razones que tienen los trabajadores de las empresas públicas
para desconfiar de Vivas. Siendo éste un alcalde que es
votado, una y otra vez, por mayoría absoluta y que es tenido
en la ciudad como alguien a quien habrá que rendirle los
mismos honores en su momento que a Antonio López Sánchez
Prado. Amén de que ha recurrido a los sindicatos a fin
de que fiscalicen todas las acciones.
Y mi interlocutor no se corta lo más mínimo en darme su
parecer: Vamos a ver De la Torre, nuestro alcalde
desprecia a los sindicatos. Tiene muy mala opinión de ellos.
Es más, siempre ha pensado lo mismo que el expresidente de
la patronal, José María Cuevas: “Los sindicatos no
piden concesiones para mejorar la situación de los
trabajadores, sólo van a mantener su cuota de poder en la
sociedad y presionar para lograr decisiones políticas del
Gobierno”.
Así que se me ocurre preguntar: ¿acaso nuestro alcalde está
intentando valerse de los sindicatos para que éstos
apechuguen con las culpas de las resoluciones que sean
tomadas en su momento?
-Sí, claro que sí; me dice quien da muestras evidentes de
hallarse en una situación muy apurada.
Entonces, a qué viene que nuestro alcalde no cese de
decirles a los sindicatos que él desea más que nadie
preservar todos los puestos de trabajo concernientes a unas
empresas públicas usadas por él y por otros políticos con
afán desmedido de clientelismo pero que necesita de la ayuda
del sindicalismo más que nunca. En suma, que acepten las
condiciones que imponga el gobierno local.
Creo, dice la persona con la que dialogo, que la postura del
alcalde es la que corresponde a un político que nos tiene
acostumbrados a que cuando le ha tocado tomar decisiones
importantes siempre ha buscado la anuencia de otros
organismos y personas que avalen sus decisiones. Con el fin
de apuntarse los éxitos si los hubiere. Y a fe que los sabe
vender mejor que nadie. En cambio, si surge el fracaso no se
corta lo más mínimo en propalar que se produjo mediante una
decisión aprobada por consenso habido entre partes.
En este caso, si no te he entendido mal, amigo, lo que
nuestro alcalde está deseando es que los sindicatos se dejen
seducir por sus argucias para que vuelva a producirse el
triunfo de la ilegalidad en un asunto donde están en juego
setecientos empleos. Asegurándose, por encima de todo, que
los dirigentes sindicales participen del hecho.
-No has entendido mal. Pero te puedo asegurar que los
sindicatos no se dejarán sorprender. Y mucho menos el
secretario general de CCOO. Tan denostado por ti.
Ojalá que sea así.
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