La situación vivida los últimos
días en el Centro de Salud de Otero es más propia de un país
tercermundista que de una ciudad que se dice europea y que,
con la precariedad mostrada, evidencia una serie de
deficiencias tan absolutamente bochornosas como inaceptables
en una servicio básico que no puede ni debe dar muestras de
tanta precariedad. Desde ningún punto de vista es
disculpable que no se cubran las vacaciones, bajas o días de
asuntos propios en una plantilla que ha de asumir tanto la
cobertura de los servicios como el legítimo derecho laboral
de sus trabajadores. No es justificable, por ello, desde un
principio de mínima organización interna de personal, que se
colapse un servicio de cita previa por el abandono en las
suplencias para cubrir a quienes estén ausentes por diversas
causas.
El ciudadano no puede ser la víctima de una mala gestión
pública en un servicio esencial y hay que exigir
responsabilidades, porque el abandono tácito de una
prestación tan frecuente como la solicitud de cita previa
para el médico de cabecera, no puede convertirse en un reto
imposible para los usuarios ni en la tortuosa guerra de un
logro inalcanzable. Por ello, resulta una auténtica
verguenza que, en pleno siglo XXI, aún haya en Ceuta algún
reducto con reminiscencias de épocas que nos creíamos
superadas.
No es asumible que se nos quiera llevar con el síndrome de
la austeridad y los recortes a situaciones insostenibles.
Tampoco es asumible que el sufrimiento permanente sea el
antídoto adecuado para manejarnos bajo el señuelo de lo
estrictamente obligado por las circunstancias del momento.
Ya está bien de mortificaciones en forma de coyuntura
política y económica. Basta ya de tomarnos el pelo con
argucias.
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