Buenos días, Ceuta.
Tras este largo lapso de vacaciones navideñas, retorno a la
ventana de “El Pueblo de Ceuta” con más bríos si cabe,
aunque con menos fuerza física de la que quisiera disponer.
Golpear las teclas del PC no necesita, necesariamente,
ningún esfuerzo salvo la tecla de la letra ‘A’. No sé por
qué pero esta tecla está empeñada en no obedecer las
indicaciones del dedo anular izquierdo, -donde solemos
llevar el anillo de casados en Catalunya- que más que anillo
parece una esposa, nunca mejor dicho, de esas que utilizan
las Fuerzas de Seguridad del Estado… aunque sea de oro.
No he tenido tiempo ni para desearos esas cosas, que suelen
comunicarse unos a otros con cierta zalamería no exenta de
hipocresía, en algunos casos.
El nuevo año ha entrado por la puerta de atrás, supongo.
Y con él los Reyes Magos cargados con sacos más lleno de
carbón que de juguetes, estibados en los costados de esas
naves del desierto llamadas camellos, que con su altiva
mirada, de ojos con largas pestañas, vislumbra el confín de
la que era, o es, su tierra.
Tal vez pensando en regresar saliendo disparados,
descontentos de esta actualidad agridulce.
Mientras en el Occidente, más al oeste, un país sufre las
inclemencias de una climatología descomunal, más acá se
sigue sufriendo las cuitas de los paisanos más destacados
convertidos en personajes de culebrón bananero.
Que sí, que no, por cabezón se llega al más penoso ridículo
cuando se pretende presidir un acto o jugar un partido sin
estar en condiciones para ello.
De aquellas palabras del rey Juan Carlos con las que
afirmaba que todos somos iguales ante la ley… también
debería incluir que todos somos iguales ante las leyes de
física y química.
En su primer acto oficial se ha presentado como un anciano,
tal como es, que tiene problemas físicos y con una química
quebradiza igual que muchos de nuestros simpáticos viejitos
balbuceantes y temblorosos.
Tal vez esté fuertemente influido por el que fue su
protector y persiga la patética imagen que aquel proceloso
yerno dio a conocer al mundo y en la que aparecía su suegro
tan entubado como el ‘Prestige’, aunque con la diferencia de
que en vez de drenarlo era para insuflarlo.
En ambos casos todo fue inútil.
Mientras tanto el retoño, que ya no es tan retoño, sigue
aguantando las impertinencias de quién ya saben. Las ganas
de sentarse en una silla que no es la habitual están
patentes en quién usa y abusa de la impertinencia.
La ambición al poder…
Bueno, es hora de que dejemos de tocar la pandereta y no
precisamente las que hemos dejado atrás.
No somos, ni de cerca, aquel representante del pueblo que
corría como un loco en busca de la liebre que el señorito
había abatido minutos antes, adelantándose a los perros si
cabe.
Con tantos escándalos económicos, con tanta corrupción y
tejemanejes políticos… es hora de mirar al frente y luchar
por tener un país digno, no el país del Quijote.
Estamos hasta los cojones que nuestros políticos afirmen que
están por el país, por los ciudadanos, cuando la pura verdad
es que solo miran para los bolsillos… los suyos y los de
quienes les dieron favores, sea cual sea.
La imagen que ofrece nuestro país está representada por la
imagen que ofrecen el monarca y su entorno y a eso lo único
que lo curaría sería un auténtico cambio de rumbo, un
tremendo golpe de timón para que todos salgamos ganando y no
unos cuantos.
Ni siquiera con el Photoshop se podría arreglar.
En fin, la vida sigue y yo también.
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