La ideología dominante se expresa
a través de instituciones y costumbres que creemos que no
forman parte de la política, pero que constituyen, sin duda,
el componente más interiorizado y difícil de extirpar de
nuestra colaboración con el orden establecido. Nuestra forma
de comportarnos, en consonancia con los valores del sistema
en el que vivimos, nos convierte en el eslabón más fuerte de
la cadena que nos esclaviza. Nos convierte en nuestros
propios enemigos.
Los que nos movemos en las redes sociales asistimos el
pasado lunes a una clara demostración de las consecuencias
del adoctrinamiento social. Los regalos traídos por los
Reyes Magos eran exhibidos con orgullo en fotografías
colgadas en la red, mostrando como el materialismo nos ha
hecho esclavos y el consumismo se ha convertido en la forma
estrella de expresar nuestro amor por los seres queridos en
las fechas señaladas. Mientras nos roban los derechos
sociales y vamos de cabeza hacia el subdesarrollo aún
seguimos pensando en tener un teléfono móvil nuevo mientras
el nuestro aún funciona o en que el banco nos conceda un
crédito para sustituir el coche que nos compramos hace 10
años por la última novedad. ¿Y para qué? Para sentirnos
ricos, para vivir como ricos, para presumir y mostrar a todo
el mundo, sea en internet o en persona, que nos gastamos una
pasta en estar a la última, que somos buenos fieles de la
religión de El Corte Inglés.
No lo hacemos con mala intención. Ni siquiera nos damos
cuenta de que es nuestro deseo de consumo lo que nos hace
dóciles, débiles, manipulables. La publicidad crea en
nosotros necesidades que no tenemos y nos sentimos
frustrados al no satisfacer nuestro insaciable apetito
material. El hijo del obrero en paro se siente desdichado
porque tiene menos regalos que su compañero de clase, hijo
de ingeniero de éxito. Vemos a los ricos enseñando sus casas
en la tele y ya no valoramos tener acceso a la cultura,
tener una Sanidad decente y universal, una jornada laboral
que no nos asfixie y nos permita disfrutar de tiempo libre o
que los niños de nuestro país dispongan de una Eduación
pública de calidad. Nos da igual que nos arrebaten todas
estas cosas, los verdaderos lujos por los que deberíamos
luchar a sangre y fuego. Lo que queremos es la casa de oro
del idiota de Jorge Lorenzo o el coche de los jugadores del
Real Madrid.
Cuando los de abajo, en lugar de aspirar a la libertad, a la
justicia y una vida digna, aspiran a una vida de lujo a la
que sólo podrá llegar uno de cada mil, consiguen hacer de la
vida una competición contraproducente, desembocando en la
demonización del que no ha logrado triunfar, en la
norteamericana figura del “loser”. Dividimos a la sociedad
en perdedores y triunfadores. Así, el poder, el verdadero
culpable de la pobreza, la miseria y la injusticia, se
convierte en modelo a seguir en lugar de ser visto por sus
víctimas como el enemigo al que vencer. Se lava las manos
ante nuestra propia autoinculpación. Se asume que el que es
pobre lo es porque no se esfuerza lo suficiente. Esclavos
pensando como amos. Moral de esclavo. Clase obrera
desclasada y manejable. Victoria de los de arriba.
Este año, lo único que le he pedido a los Reyes, que vienen
con retraso, han sido unos libros. ¿Para predicar con el
ejemplo? No, para tener más munición con la que daros el
coñazo a vosotros, queridos lectores. Feliz cuesta de enero.
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