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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE ENERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Monarquía o República
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La discusión sobre Monarquía o República viene de muy lejos. A veces se adormece un poco la polémica, pero no se momifica, sino que reaparece como la sangre de Pantaleón. Lo que resulta también verdadero es que los monárquicos y republicanos son gentes de varias castas. Pruebas evidentes dieron en diferentes épocas de la vida española. Las que uno no desea recordar hoy.

Ahora bien, no tenemos más remedio que recordar la Historia y saber lo que pasó en las dos Repúblicas anteriores. Ninguno de sus presidentes, como jefes de Estado, llegó a cumplir su mandato, y fueron exactamente seis: cuatro en la primera y dos en la segunda. Y todo esto fue porque desde el Estado se hacía política, y no se hacía sociedad. Aquellos seis grandes personajes eran políticos ilustres, pero combatientes natos de la política.

En cambio, un rey constitucional aparece fuera del territorio de la política, no sufre desgaste y preserva la continuidad. Los reyes que no cumplieron con este cometido, es decir, los que decidieron tener y ejercer poderes políticos, fueron destronados: Isabel II y Alfonso XIII. Lo sustantivo es la democracia, y la Monarquía no es otra cosa que una forma de Estado. Esto lo sabe perfectamente don Juan Carlos y por eso llevamos, sin quebradura, tantos años de Monarquía parlamentaria.

No obstante, como no podía ser de otra manera, un Rey constitucional tiene también derecho a tener opinión. De ahí que hable cada dos por tres con el presidente del Gobierno, y que reciba a ministros, a ciudadanos encumbrados, con el fin de conversar. Lo que sucede en una democracia con un Rey es que el Jefe del Estado está obligado a ejercitar la prudencia, y lo que aparece establecido en la Constitución.

Don Juan Carlos, conviene recordar que sería el rey, por su astucia y sagacidad durante el franquismo, que fue el que lo llevó al Trono, ha venido ejerciendo como Jefe de Estado con gran reconocimiento por parte de casi todos los españoles. Hasta que principiaron a saberse sus meteduras de pata y su inclinación a frecuentar amistades peligrosas, que consiguieron ponerlo en evidencias. Las mismas que son más que conocidas.

Así, cuando el Rey ha cumplido 76 años, y sale a la palestra avejentado, y renqueando por mor de las muchas operaciones a las que ha sido sometido en los últimos tiempos, dubitativo en el decir, y afligido por culpa de que un yerno le salió extravagante y otro que metió la mano donde no debía, cunde el desencanto y se vuelve a hablar de lo conveniente que sería una República, o bien de su abdicación a favor del príncipe Felipe. De quien se tiene la certeza de que está tan preparado como dispuesto a ejercer de Monarca constitucional con todas las garantías.

El Rey parece ser que no quiere ni oír hablar de su abdicación. Y, como buen Borbón, en cuanto siente la más leve mejoría hace incluso chascarrillos de sus operaciones, que ya no cuelan en un momento donde los españoles han perdido hasta el sentido del humor. Normal, con la que está cayendo. Amén de que se ha ido gastando con el paso de los años.

Aun así, pensar que lo mejor para España es una República me parece respetable, como cualquier otra idea política, pero asimismo creo que es ofrecerle al demonio otra oportunidad hecha a su medida. Ya que el mero hecho de saber que podríamos tener un Jefe de Estado, elegido por votación popular, del mismo corte que Zapatero o Rajoy, me produce tiritera.
 

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