El sábado le oí decir por una
radio a alguien -a quien había preguntado un locutor de no
sé qué programa si confiaba en que el número de parados iría
reduciéndose cada vez más- que estaba convencido de que el
Gobierno del Partido Popular está haciendo tan bien las
cosas que pronto habría en España pleno empleo. Ni que decir
tiene que la respuesta del señor inquirido me causó una
sacudida violenta del cuerpo. Respingo provocado por tan
monumental como inesperada sorpresiva contestación.
Al locutor, andaluz él, y que algo tiene que saber de
parados, debió de sucederle lo mismo que a mí. Ya que tardó
más de lo previsto en volver a preguntar. Y cuando lo hizo,
aunque se le notaba aún la voz trémula por el sobresalto que
se había llevado, acertó a decirle al interlocutor que si no
creía que su optimismo era desmesurado.
Y nuestro hombre, el que acababa de anunciar que bien pronto
el paro acabaría diluyéndose como un azucarillo, volvió a
sacar pecho, arremetiendo contra quienes no estuvieran de
acuerdo con él: “Mire usted, lo que pasa en España es que
hay muchos pesimistas. De esos que confunden el realismo con
ponerse en lo peor”. Y el tío se quedó tan pancho.
Mi amigo el barrendero, a quien, por cierto, llevo mucho
tiempo sin verlo y, por tanto, sin haber podido cruzar
palabra alguna con él, con su recio modo de ser y su
laconismo sentencioso, de haberlo oído, lo habría calificado
de… Me lo callo. Pues aún estamos viviendo días en los que
ser felices y bien hablados es lo que toca.
Cuando todavía no me había recuperado de lo ya reseñado. Es
decir, de las declaraciones radiofónicas de quien aseguró
que en España el pleno empleo será como coser y cantar, leo
unas declaraciones de nuestro delegado del Gobierno dignas
también de ser enmarcadas (a propósito: expreso mi alegría
por las evidentes muestras de recuperación física que se
evidencian en Pacoantonio).
En principio, debo confesar que lo propalado por
Francisco Antonio González es creíble. Si bien no deja
de ser arriesgado anunciar que Ceuta tendrá un alto nivel de
empleo en unos años. Por más que lo anunciado esté avalado,
según él, por la entrada en vigor de la reforma del artículo
33 del Impuesto de Sociedades que se produjo hace días. De
modo que será una realidad el que las empresas que decidan
afincarse en la ciudad podrán recibir bonificaciones. Las
que serán mayores en función del empleo que creen.
Tan arriesgado es hacer ese anuncio como divulgar que muchos
personajes del mundo empresarial han estado en su despacho,
en el despacho de Pacoantonio, interesándose por tan buena
nueva; como asimismo ufanarse de las llamadas recibidas de
quienes desean hacer lo mismo. Y, sobre todo, gritar a voz
en cuello que Ceuta, en nada y menos, va a tener inversiones
“de altísima calidad y capaces de generar empleo para paliar
el problema de los parados”.
Yo sé que sus palabras han brotado por su alegría ante lo
que sería una bendición para una ciudad que lleva muchos
años dependiendo permanentemente de la aportación del Estado
(a propósito: siendo José María Aznar presidente del
Gobierno fue cuando Ceuta recibió menos aportaciones del
Estado). Nuestro delegado del Gobierno es sanguíneo,
optimista y extrovertido. Y a mí, de verdad de la buena, me
agrada sobremanera su manera de ser. Y es que yo, como he
dicho tantas veces, prefiero la autenticidad antes que lo
fingido o apócrifo. Aun así, PA, ha pecado de optimista.
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