LUNES 30.
Se ha dicho hasta la saciedad que como espectador casi nunca
hay gozo en las competiciones si no existe una
identificación emocional con el deportista o con el equipo.
Pues bien, dado que yo sigo convencido de que José
Mourinho es un extraordinario entrenador, muy por encima
de la mayoría, desde que empezó la Premier League, veo todos
los partidos del Chelsea con enorme entusiasmo. Y, desde
luego, me alegro de sus triunfos y hasta suelo cabrearme con
sus derrotas. Semejante interés por el equipo entrenado por
Mourinho, me ha venido muy bien para disfrutar del fútbol
inglés. De modo que durante las fiestas navideñas me lo
estoy pasando bomba. Ya que estoy viendo partidos
extraordinarios. El último, celebrado en Stamford Bridge
(que así se llama el estadio de los “blues”), fue frente al
Liverpool. Y a fe que el partido respondió a todas las
expectativas que se habían creado debido al buen momento que
atraviesan los dos equipos y a que ambos luchan
denodadamente por el título. El Chelsea, tras momentos
dubitativos, demostró que ya está en condiciones de competir
evidenciando el carácter de su técnico. Lo cual no deja de
ser garantía de éxito. Dos apuntes: los brasileños que
juegan en el Chelsea van a llegar al Mundial convertidos en
mejores futbolistas. Ramires, Oscar, David Luiz y
William saben ya que jugar bien y correr hasta la
extenuación es posible. Hazard, jugador belga, será
una de las grandes revelaciones del certamen futbolístico
brasileño. Ah, se me olvidaba: Azpilicueta es titular
con Mourinho. Pese a que es español…
Martes. 31
Sí, ya sé que no es la primera vez que lo digo. Y, por
tanto, que me pueden acusar de redoblar el tambor. Pero,
debido a que hay 1.661 sumarios de corrupción política, creo
que la insistencia se impone: La política atrae a los
sinvergüenzas como la miel a las moscas porque la política
es poder, y el poder dinero, que es lo que buscan esos… Los
políticos honrados, que también los hay, tienen que tener
mucho cuidado con las amistades. Hay corrupción porque la
gente tiene la razonable seguridad de que no será
perseguida. En la democracia el voto es la única forma de
limpiar la basura política. No existen más armas. Ya que un
Gobierno que olvida que su mandato proviene del pueblo no
debe sobrevivir.
Miércoles. 1
Veo a Quico Martel tocando el piano en Radio
Televisión Ceuta. Y los recuerdos afloran. Año 1982: Quico,
durante una tarde de invierno lluviosa, decide sentarse al
piano del Hotel La Muralla. Suenan en el establecimiento las
notas de “Angelitos Negros”. Mi compañero de barra, en esos
momentos, es Martín: notario muy conocido en la
ciudad a quien, no hacía mucho tiempo, se le había ahogado
un hijo en la piscina del chalé de un político local. Un
niño empezando a vivir. La canción ayuda a que el
desconsuelo habido en Martín se manifieste y no duda en
empinar el codo. A mí, poco acostumbrado a beber, y mucho
menos a beber güisqui, me da por secundar al amigo y, cuando
quiero darme cuenta, estoy ya con una buena melopea. Quico
tampoco perdona su ración de escocés. Es viernes y al día
siguiente yo tengo que viajar con la Agrupación Deportiva
Ceuta para enfrentarnos al CD Badajoz en el Vivero. A
Jesús Carretero, que ya entonces escribía comentarios y
crónicas futbolísticas, se le ocurrió publicar que el
entrenador del primer equipo de la ciudad había cogido una
curda monumental. Y que veía complicado que yo pudiera
viajar a Extremadura. Viajé. Y además el equipo jugó un
pésimo partido en tierras extremeñas. Carretero, eso sí,
cumplió con su obligación.
Jueves 2.
Me llama un amigo para felicitarme por llamarme Manolo
y pegamos la hebra con la misma facilidad como capaces somos
también de hacer que nos cunda. Comenzamos a charlar de
fútbol. Y lo primero que se me ocurre decirle es si está
viendo la Premier League. Y me dice que no. Y yo le
contesto, sabiendo que él se pirra por el deporte rey, que
no sabe lo que se está perdiendo de una Competición en la
cual han sido capaces los equipos de jugar tres partidos en
seis días. Dejamos el fútbol y entramos en una charla
política. La empieza él sacando a relucir a Juan Vivas:
“Nuestro alcalde, como tú sueles decir al referirte a él,
parece que tiene la intención de perpetuarse en el poder,
¿no te parece, Manolo?”. Pues claro que sí, amigo. Y te diré
por qué: “Durar, permanecer, perpetuarse, eso es el poder.
Superar los avatares de la historia y seguir siempre ahí,
como el dinosaurio de Monterroso al despertar, sucediéndose
a sí mismo”. “Bien, responde él, pero de ahí la bondad
intrínseca de la democracia: todos sus vicios son perdonados
porque es una atenuación, un poder mitigado por contrapesos
y límites que alcanza su momento de gloria en la
alternancia. Todo antes que una dictadura, donde sólo
existen pastores y ovejas”. Llevas razón, le contesto, pero
sin exagerar en la proclamación del beneficio y de la pureza
de los votos. Y Me explico: En la dictadura lucen los
déspotas, pero en la democracia a veces ejercen, cuando la
soberanía popular escora a un lado o a otro en las urnas.
Ejemplo hay.
Viernes. 3
Entre ayer y hoy he vuelto a leer El cuaderno gris de
Josep Pla, uno de los más grandes prosistas del siglo
pasado, y he espigado el siguiente párrafo: “Ahora, cuando
dentro del aire flota esta cosa indescriptible, humanamente
tierna, íntima de las fiestas de Navidad, me obsesiona la
sequedad del corazón, el desarraigo, la esterilidad
sentimental. Es una gran esterilidad que me alarma porque
debe formar parte de la propia naturaleza íntima. No siento
el más leve impulso de adorar nada. Mi sensibilidad social
es negligente, escasa. Oigo que la familia habla con
entusiasmo, de la misa del gallo. No consigo interesarme. Es
objetivamente desagradable no sentir ninguna ilusión, nada
más sentir esta secreta y diabólica manía de escribir –con
tan poco resultado-, a la cual sacrifico todo, a la cual
probablemente sacrificaré todo en la vida: Me pregunto: ¿qué
es preferible: un pasar mediocre, alegre y conformado o una
obsesión como ésta, apasionada, tensa, obsesionante?”
Sábado. 4
Caminata matinal con mi perro. Lo hago con reservas, puesto
que unas molestias en la garganta me han tenido ayer
recluido en mi casa. Y ya se sabe que cualquier minucia en
la garganta es capaz de derribar a un elefante. Me encuentro
con el conocido de turno, a quien hace varias semanas que no
he visto. Y lo primero que se le ocurre, tras las
felicitaciones de rigor, es recordarme lo bien que estoy
todavía. Pese a mis 74 años. Pues mi conocido, desde que un
día le dije que nací en el 39 y que soy sagitario, se sabe
de memoria los años que cumplo cada diciembre. El problema
no es que sacara a relucir mi edad, sino la fuerza que puso
en el todavía. Ya que uno, como le oí decir un día a
Curro Romero, sabe perfectamente lo malita que es la
hora de los “todavía” y del “qué bien estás”. Porque es el
momento en que uno echa de menos la juventud. Aunque uno se
sienta joven. Todavía.
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