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OPINIÓN - SÁBADO, 4 DE ENERO DE 2014

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mala conciencia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Vengo leyendo con enorme interés todo lo que este periódico está publicando acerca de la reorganización de las empresas municipales. Interés acompañado de algo tan esencial como es el de ponerme en el lugar de los empleados. Por tener la certeza de que han de estar pasándolo mal. Muy mal. Porque no hay cosa peor que vivir con dudas… Y sobra decir que son producidas por no saber en qué medida les afectará la reforma reseñada.

De las empresas municipales, no hay nadie que sepa más que Juan Vivas. Por haber sido el promotor de casi todas ellas en el decenio 1980-90. Además de hacerles ver a los políticos de aquella década la necesidad imperiosa que tenían de fomentarlas para revitalizar una Administración Local que, según él, se había quedado añeja y desmotivada por el envejecimiento de una gran parte de funcionarios que actuaban ya rutinariamente.

Los políticos de aquella época comían en la mano de JV. Su dominio sobre ellos era archiconocido. Había conseguido, en muy poco tiempo, metérselos a todos en el bolsillo. Mediante fórmula tan sencilla como infalible: los conquistó con la vitola de hombre corriente, cercano, humilde y cuya única aspiración consistía en ayudarlos, en la medida de sus modestas posibilidades, para conseguir que Ceuta se convirtiera en la gran ciudad que todos deseaban.

Con semejante discurso, revestido de visajes y gestos dóciles como las aguas mansas, aquellos políticos salían de la reunión con Vivas convencidos de que habían hablado con alguien especial. Con un funcionario dotado de tanto talento, bondad y ganas de sacrificarse por su pueblo, como para hacer más llevadera, en todos los sentidos, su tarea política. Y, claro, las alabanzas eran tantas y tan seguidas, que de ellas supo mucha gente. Yo fui testigo muchas veces, por estar en sitio apropiado, de cómo los políticos se ufanaban de visitar a JV en su despacho y, por supuesto, de salir de él habiendo conseguido las mejores enseñanzas para hacer posible que el clientelismo pudiera mantenerse en plena ebullición.

Entonces, en los años ochenta y noventa, nada se hacía en el Ayuntamiento sin la bendición de Vivas. Mejor dicho, a fin de evitar que me llamen exagerado, diré que casi nada. Vivas hacía y deshacía de modo y manera que su asesoramiento era considerado palabra de sabio. Ya que siempre hallaba la solución apropiada para que los políticos pudieran quedar bien ante sus clientes o para mantener sus particulares intereses… Y qué decir del nepotismo.

Muchos fueron los políticos que se aprovecharon de lo que llamaban conocimientos burocráticos del funcionario corriente, sencillo, cercano y humilde. De entre ellos, he decidido elegir a Juan Luis Aróstegui, porque hace nada le he leído un artículo sobre la reforma de las empresas municipales y en el que, amén de explicar todas las circunstancias concurrentes en asunto tan complejo, no se ha cortado lo más mínimo en denunciar que el enchufismo en dichas empresas ha sido “una seña de identidad de los Gobiernos de Juan Vivas”.

A renglón seguido, surge la mala conciencia de Juan Luis: “Es verdad que esa práctica no es exclusiva de Vivas. Pues parece un mal endémico de la Ciudad”. Le ha faltado decir también el nombre del político que alardeaba de enchufar a los suyos mediante el envío de un simple fax. Jactancia innecesaria que se le atribuye a Aróstegui en el despacho de nuestro alcalde. Sea como fuere, se impone que los empleados sigan en sus puestos.
 

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