Dos de enero. Al no haber prensa
escrita, navego por la Internet a la caza y captura de
asuntos de los que opinar para poder pergeñar estas líneas.
Y lo hago, créanme, atenazado aún por los nervios que me han
producido los efectos de una variedad de fuegos artificiales
que han durado hasta que la noche acabó convertida en
madrugada.
Las calles del barrio donde yo vivo, y me imagino que así
habrá sido en todas las calles de la ciudad, tomadas por
niños, adolescentes y mayores con escaso sentido cívico, han
tronado sin cesar, durante horas y horas, mediante el
beneplácito de unas autoridades que han vuelto llamarse a
andana. Es decir, que se han desentendido de un compromiso
que les compete.
Las fiestas navideñas han perdido su alegría tradicional y,
de seguir así, ninguna duda me cabe que terminarán siendo
una burda imitación de los festejos falleros. Creo que ya lo
son. Burda y peligrosa. Porque, desgraciadamente, cualquier
día habrá niños con muñones. O reyerta entre vecinos. La ha
habido ya en Jerez y en otras poblaciones. La de Jerez ha
consistido en que los miembros de una familia, hasta los
mismísimos de los cohetes, se han enfrentado a los de otra
que hacían uso y abuso de ellos. Resultado: unos y otros,
armados de palos y armas blancas, tuvieron que ser asistidos
en el hospital de heridas graves. Y, claro, ya se han jurado
odio eterno. Para que luego vengan a decirnos que estas
fiestas son fraternales.
En fin, tenemos un Gobierno que, debido a los recortes,
medidas impopulares y retrocesos en derechos y libertades,
no ha dudado lo más mínimo en endurecer las leyes para
evitar que los ciudadanos puedan protestar libremente en las
calles y, sin embargo, hace la vista gorda con que éstas
sean tomadas por niños, adolescentes y mayores atiborrados
de cohetes, petardos, bombas y demás elementos compuestos
por materiales explosivos. Menuda enseñanza…
Enseñanza la que uno recibe, cada dos por tres, de los
plenos que se celebran en el Ayuntamiento de Cádiz. No ha
mucho conocimos cómo se las gastaba Inmaculada Michinina,
vendedora ambulante. Mujer que fue capaz de cantarle las
cuarenta a Teófila Martínez; a la que tachan los
gaditanos de creerse que es Agustina de Aragón. Y
hoy, dos de enero, gracias a la Internet, me entero de cómo
otro gaditano ha levantado la voz en la última sesión
plenaria.
Se trata de David de la Cruz, quien se dirigió así a
la alcaldesa de Cádiz: “Es una vergüenza que nos dé una cena
a los pensionistas y luego tengamos que pagar los
medicamentos”. Medicamentos que él necesita, porque tiene
una enfermedad grave. Vive de una pensión. Escaso dinero con
el que mantiene también a sus hijos.
Los plenos de Cádiz me agradan sobremanera. Por suceder
hechos como los protagonizados por Michinina y ahora por
David de la Cruz. De vivir yo en la capital de la Bahía
gaditana, puedo asegurarles que no me perdería ninguno. Pero
no para recrearme en los modos y maneras que pueda mostrar
Teófila Martínez, sino para deleitarme con las
intervenciones de quienes acuden a las sesiones dispuestos a
cantarle a la alcaldesa las verdades. No las del barquero,
sino la de ellos.
Cuánto bien le haría a nuestro alcalde, conocido por los
pensionistas como Juanito “El Bueno”, que, al menos,
una persona acudiera a cada pleno dispuesta a sacarle los
colores de unas mejillas que llevan ya mucho tiempo luciendo
palidez… indefinida.
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