La comparecencia del presidente de
la Ciudad, Juan Vivas fue decepcionante. Volvió a recurrir
al viejo soniquete económico, en el campo donde más cómodo
se encuentra y donde ejerce de prestidigitador político con
interpretaciones económicas a su favor, para mostrarse como
un encantador de serpientes dando la cara más satisfactoria
de una gestión que muestra como exitosa. En todo el panorama
de parafernalia, su discurso no aportó nada nuevo a los
temas polémicos y candentes, que surgieron por las preguntas
de este medio y que de no ser así, esta comparecencia
hubiera resultado ser una verdadera batalla de flores o de
autobombo del propio Vivas.
El recurso ya manido de la sostenibilidad, el ahorro, el
control del gasto corriente, la reducción de cargos de
confianza, no dejaba lugar para que informara también, por
ejemplo, de las cuantías insultantemente voluminosas de los
grandes sueldos que esta ‘Administración de la austeridad’
abona a los privilegiados prebostes que sitúa en las
direcciones generales, cuando se alude a un Presupuesto de
la Ciudad que dedica un tercio a políticas sociales. Tampoco
tenía muchas ganas Vivas de abordar los temas calientes que
interesan al ciudadano más allá de ese galimatías de números
y porcentajes que jamás entendería la portera de un piso o
cualquiera que no esté tan avezado como él en la economía.
El uso y abuso de cifras mareantes, aparte de engorrosos
recursos resultan áridas para la comprensión y
auténticamente insufribles para el ciudadano medio. Lo
deseable hubiera sido hablar con claridad, ponerse al nivel
del ciudadano de a pie y explicarle la política doméstica.
Pero claro, resulta mucho más difícil decirle a los ceutíes
que se incita a la policía local a que intensifique las
multas.
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