José ve con pesar como pasan las horas que le van acercando
al día 2 de enero. Esta fecha está marcada a fuego en el
calendario para él, porque es el día en el que no podrá
pagar el alquiler de su casa. La inmobiliaria que gestiona
la vivienda ya le ha avisado de que tendrá que abandonarla,
pero él se niega a irse a la calle por sus dos hijas. Las
pequeñas tienen 9 y 5 años.
El pasado mes de junio, José, natural de Ceuta, regresó a la
ciudad después de dos décadas viviendo en la península. Este
padre separado y al cargo de sus dos hijas llegó a Ceuta
para buscar una nueva oportunidad. En Málaga, donde residía,
no encontraba trabajo y en la ciudad autónoma esperaba poder
empezar de cero. Sin embargo, aquí solo ha encontrado
puertas cerradas.
Puertas cerradas
Hasta ahora, sólo le ha ayudado Cáritas, que ha estado
pagando el alquiler de la casa donde viven José y sus dos
hijas. Pero la organización ya no puede seguir haciendo
frente a este gasto, de 450 euros mensuales, y José no puede
pagarlo con los 448 euros de pensión que cobra. “Lo primero
es alimentar a mis hijas”, manifiesta. Él tiene una
incapacidad permanente a raíz de un accidente que le afectó
la columna y lo llevó al quirófano. Trabajaba en la
construcción y desde que tuvo el accidente no ha vuelto a
encontrar empleo. Lleva ocho años sin trabajo y lo que pide
este hombre es un empleo con el que poder mantener a sus
hijas. José explica que, menos en el sector de la
construcción, puede desempeñar cualquier trabajo, pero
lamenta como se ha encontrado todas las puertas cerradas por
su edad, 55 años, y su incapacidad. No obstante, los
empresarios reciben ayudas por contratar a personas mayores
y con discapacidad, y así lo recuerda José, para quien el
mejor regalo de esta Navidad sería encontrar un empleo.
SOS a la Ciudad
Mientras, desde Asuntos Sociales alegan que no pueden
ayudarle porque debe estar, al menos, dos años empadronado
en la ciudad para recibir una prestación. José no entiende
por qué no se ayuda a un “hijo” de Ceuta, y denuncia como
los padres separados no encuentren las mismas manos tendidas
que las mujeres. Desde la Ciudad no han hecho nada para
intentar darle una alternativa, y este hombre pide una
oportunidad.
Él es el único sustento de sus hijas y la preocupación por
el futuro no abandona su rostro en ningún momento. La sola
idea de encontrar un trabajo, hace que se le ilumine la
mirada, al pensar que, con un sueldo, el futuro de sus hijas
dejará de ser incierto para ser seguro. Ahora sólo falta que
alguien escuche su llamamiento.
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