Vivimos tiempos convulsos en los
que la política ocupa espacios inimaginables hace apenas
cinco años. Todo el mundo habla de política, ya sea de la
prima de riesgo, de Merkel o del paro. Muchas veces,
simplemente repetimos lo que vemos en las tertulias
amarillistas de la tele, pero bueno, algo es algo. Que la
gente se politice está bien, aunque tiene su lado negativo.
El éxito de una idea, por muy pura que sea, viene siempre
acompañado de su banalización, de su uso comercial. El Ché
Guevara, símbolo del antiimperialismo y la revolución
anticapitalista, es hoy un icono pop que decora camisetas
vendidas a personas que, en muchos casos, creen que lucen la
cara de un cantante o un actor de Hollywood. En las
sociedades de consumo, lo político se despolitiza, se vacía
y se pone al servicio de los diseñadores de marketing,
especialistas en sacar su valor como mero reclamo
publicitario. Eso es lo que hizo Campofrío con su anuncio
navideño del año pasado y lo que vuelve a hacer esta
Navidad.
El spot de esta marca de embutidos comienza con críticas a
España, haciendo referencia a aspectos negativos de nuestra
sociedad (“últimos en todos los ránkings”, dicen
irónicamente) para posteriormente acabar brindando por la
suerte que tenemos, pese a todo, de ser españoles.
Autofelación en toda regla. Se sobredimensionan hábitos
costumbristas (el jamoncito, la fiesta nocturna, nuestra
simpática costumbre de hablar gritando, el humor español...)
para restar importancia a la dramática situación que
vivimos, con familias que mueren por comer alimentos
caducados, con 6 millones de parados y 12 millones de pobres
a los que, sinceramente, creo que les resbala bastante que
los españoles seamos los más cachondos y graciosetes de
Europa. Esa maldita “grasia” andaluza que siempre ha servido
para humillar al sur y perpetuar relaciones de dominación,
extrapolada ahora al conjunto del estado para que una
empresa venda salchichones. Caspa, caspa, caspa y más caspa.
Joder, si es que no falta ni Chiquito de la Calzada.
Lo que hacen los señores de Campofrío no es más que pura
mercantilización de la desgracia, uso repugnante del
sentimentalismo, una llamada a practicar el tan español y
judeocristiano sentimiento de la resignación frente a la
injusticia. Usan la crisis porque, paradójicamente, la
crisis vende. Al ver el anuncio no he podido evitar
acordarme de Ana Rosa Quintana y Tomás Roncero. La primera
frivolizó de esta forma en su twitter hace unos meses:
“Estupenda la educación en Finlandia, y el frío, los
suicidios y no poder sentarte en una terraza a tomar cañas y
unas tapas”. El segundo se siente orgulloso de que, según
él, “los españoles no valemos para ganar premios nobeles, no
somos tan fríos”. Siguiendo a estos intelectuales, los
españoles debemos sacar pecho y sentirnos orgullosos
-Roncero incluso llora- de la cerveza y el fútbol frente a
aquellos que disfrutan de Educación de calidad y compiten
por ganar el Nobel. Eso es el anuncio de Campofrío,
conformismo y sensiblería disfrazados de orgullo patrio. No
importa que nuestros dirigentes estén mezclados en temas de
corrupción, que no haya democracia, que la gente duerma en
la calle, que los niños pasen hambre o que los jóvenes no
tengamos futuro. Lo importante es que somos españoles.
Debemos sentirnos orgullosos, debemos amar a España. Los
extranjeros no disfrutan de la vida; nosotros contamos
chistes de Lepe y dormimos siesta. Marca España, frivolidad
máxima, engañabobos de manual.
También diré, en honor a la verdad, que tampoco es que haya
sido Campofrío la primera gran empresa en utilizar la crisis
para vender su producto. Se me viene a la cabeza, por
ejemplo, Coca-Cola y su anuncio con niños cantando el
“Whatever” de Oasis, diciéndonos que sí, que todo está muy
jodido, pero que tampoco es para tanto, que bebamos
coca-cola y olvidemos las desgracias que nos rodean, que la
vida, al fin y al cabo, es así. Además, ahora igual hasta te
toca tu nombre o el de tu novia en la lata, un chollazo.
Otro spot de otra marca cuyo nombre no recuerdo usaba el
tirón de los indignados y el 15M, algo así como “nosotros
también estamos indignados, somos como tú, así que cómpranos
a nosotros”. Muy en el estilo de la fallecida Rosalía Mera,
aquella “progre” que, cosas que no tienen nada que ver al
parecer, resultaba que era la mujer más rica de España,
dueña, en parte, de una empresa que explota a sus
trabajadores. Pero muy de izquierdas ella, claro que sí.
No me malinterpreten. Por supuesto que hay cosas por las que
me siento orgulloso de haber nacido aquí, pero ni son las
que expone Campofrío, ni apoyaré que ninguna gran empresa
las utilice y prostituya para hacer negocio. No quiero que
Repsol ondee la bandera republicana para que sus ejecutivos
puedan comprarse un yate más grande, ni que Nike apoye a la
PAH para vender más zapatillas, ni que el talento de
nuestros artistas o el cerebro de nuestros pensadores estén
al servicio de los departamentos de publicidad del Banco
Santander.
Para terminar, les daré un consejo a los nacionalistas
españoles: si pueden, y no es demasiado tarde, intenten
evitar que el anuncio de Campofrío se emita en Galicia,
Euskadi o Cataluña. Si yo fuera independentista querría que
todo el mundo lo viera. Ya me entienden.
PD: criticar a las empresas no viene necesariamente
acompañado de vivir en una cueva. Por si alguna vez me ven
bebiéndome una coca-cola o zampándome un bocata de chorizo.
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